Las personas atrapadas en el cuerpo de seres humanos sin esperanza

La esperanza es una antorcha que ilumina el camino a seguir para la realización de las personas, es el motor espiritual de fe, de sentirte importante para uno mismo y para la gente que se conoce. Viven sin esperanza los mediocres, los temerosos, los que han perdido todo a cambio de nada, sin ilusiones ni motivación de ninguna clase, sin ideales, sin metas trazadas.
He trabajado y sigo haciéndolo con pacientes terminales de todas las edades. Se sienten abatidos por la condición en que se encuentran, sin ganas de vivir, y el psicólogo tiene que ser el soporte emocional para que las personas sigan adelante y no se depriman. En primer lugar, aceptando la enfermedad, que les tocó vivir esa realidad, escucharlos, oírlos, que hablen de todo lo que desean. Realizan una catarsis de esa forma, se van a sentir desahogados. A muchos les agrada la lectura, las películas, la música, caminar, que los visiten, reírse. Muchos hablan de lo que querían, pero la enfermedad los limitó; sin embargo, no perdieron el sentido del humor y tenían muchas fuerzas para seguir adelante, como en el caso que les voy a comentar.
Se trata de mi tía Doris, que nos crió, que en paz descanse y que de Dios goce. Era como una hermana mayor: dulce, tierna, humana, tolerante, comprensiva. En la cocina y repostería era la número uno. La recuerdo mucho en todo momento, especialmente cuando era el cumpleaños de nosotros: hacía la torta, los dulces, salados, colocaba los globos, sorpresas y cadenetas. Son recuerdos imborrables en mi mente. Trabajó con niños de la calle que estaban internados en un albergue de Chucuito, en el Callao, como tutora. Los niños se le pegaban bastante por el cariño y amor que les daba. ¿Cuál fue la sorpresa que la sorprendió en su salud? Le dio cáncer al seno y se lo tuvieron que remover. Posteriormente se le comprometió el otro seno y tuvieron que extirparlo. Recibió quimioterapia y su vida seguía adelante como una luchadora, sin perder las ganas de vivir, de hacer cosas y sentirse útil. Eso la ayudaba a tener la mente despejada y entretenida.
Con el transcurrir del tiempo, el cáncer estaba haciendo metástasis y le tuvieron que remover los ovarios y el útero para prolongar los años de su existencia. Mientras tanto, no bajaba la guardia. Era muy positiva, conversadora, de buen genio, siempre predispuesta a ayudar. Lo que la mantenía activa era que siempre estaba haciendo algo. Se reunía con sus amigas a la hora del lonche, iba a misa, realizaba las compras de la casa. Cuando mis padres no podían concurrir al colegio por alguna actividad nuestra, mi tía iba en su representación. El amor, el cariño del hogar y su fe en Dios le otorgaban mucha fuerza espiritual. Querida y respetada por todo el mundo, un mes de octubre del año mil novecientos sesenta y ocho, partió de esta vida terrena al lado de Dios, descansando en paz. Siempre la invoco en mis oraciones diarias para que descanse en paz.
Otro caso es el de mi sobrina Liz. Ella era discapacitada de los miembros inferiores. Nunca se amilanó frente a la vida. Terminó la secundaria, estudió secretariado y empezó a trabajar. Se puso de amores con su esposo, tuvo dos hijos, una dama y un varón que están debidamente ubicados. Ella, muy alegre, cantaba, bailaba con su silla y con ritmo, hasta que le detectaron cáncer de mama. Se sometió a quimioterapia. No obstante esta situación de su salud, nunca perdió los deseos de vivir. Su soporte eran su esposo, sus hijos y la familia. Nunca dejó de trabajar, siempre estaba predispuesta a aprender algo nuevo, hasta que el cáncer se esparció por todo el cuerpo y dejó de existir. Ahora se encuentra en la gloria de Dios.
Las reacciones humanas no siempre son como los casos que he expuesto. Entran en una depresión profunda y allí hay que trabajar psicológicamente para sacarlas de su estado y evitar que pretendan suicidarse, como en el siguiente caso. La paciente no sabía de su enfermedad, consultó a otro médico y este le dijo la verdad. Vio la ventana abierta y se suicidó. Hay que tener tino.

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