Las primarias, pero sin las PASO
El pasado jueves 18 del presente mes, se publicó la Ley 31981, mediante la cual se modifica la Ley 28094 (Ley de Organizaciones Políticas), con relación a las llamadas “elecciones primarias” y, en mi columna del lunes 11 de noviembre del 2023, publicada por gentileza del Diario “Expreso”, advertí la necesidad de no continuar la muy mala costumbre de ser copiones de lo que se reglamenta en otros países, con realidades distintas a las nuestras, o de seguir únicamente las recomendaciones de los que se dicen especialistas en materia electoral o política, quienes hacen proposiciones inspiradas en concepciones puramente teóricas, y que no se encuadran, igualmente, a las características diversas de la realidad peruana.
Pues bien, el resultado que lo encontramos contenido en la referida nueva Ley 31981 termina siendo mucho peor de lo que ya teníamos. Y, todo por culpa de la “novedad de las PASO” y, por cierto, de quienes, equivocadamente, creen que lo que funciona bien en un país, distinto al nuestro, debe de funcionar positivamente también para el Perú. Error o mala costumbre de quienes producen o promueven normas legales, que terminan siendo calificadas como “nominales”, por cuanto no rigen ni se respetan, en la medida que no se adecuan a la realidad para la cual fueron creadas; generando, a su vez, que las agrupaciones políticas, aprovechando la coyuntura, elaboren regulaciones normativas calculando siempre el interés político partidario, y dejan a un lado el interés general, que es el que debe de primar en la producción legislativa.
En nuestro país, entiéndase bien, el pueblo peruano no tiene actividad, ni menos interés político partidario, de allí la razón por la cual de que, de los más de 25 millones de electores que aparecen en el padrón electoral nacional, ni siquiera se llega al 10% de ciudadanos que suman los que se encuentran inscritos en el registro de militantes de las más de 20 organizaciones políticas con registro vigente en la Oficina de Registro de Organizaciones Políticas del JNE. En consecuencia, a ese más del 90% de ciudadanos que no tienen compromiso político partidario no se le puede, ni se le debe de obligar de ir a votar en unas elecciones primarias, en las que no tiene la más mínima información sobre los antecedentes y características personales de los candidatos internos de los partidos. Esta debe ser de exclusiva responsabilidad de la propia militancia, debidamente registrada, de la agrupación política, quien es la que más y mejor puede conocer a los candidatos que compiten en una elección primaria. Como hace mucho tiempo se dice: “un militante, un voto”, debe ser el principio que inspire el funcionamiento de la democracia interna del partido político.
En ese sentido, y para promover la institucionalización de la organización política, el voto de los militantes debe ser obligatorio; estableciéndose la necesidad de que deben de acudir a votar no menos del 50% de los que integran el padrón partidario; pues, de lo contrario, el resultado puede carecer de legitimidad. De no obtenerse en la votación, la concurrencia mínima antes indicada y, por lo tanto, dar origen a que la votación se anule, el partido político se debe de quedar sin poder participar en las elecciones, por no haber podido lograr comprometer a su propia militancia, para ejercer su derecho político en el funcionamiento de la democracia interna del partido; comprobándose así, si efectivamente si existe o no una verdadera militancia orgánica, y no únicamente un conjunto de afiliados que no tienen actividad político – partidaria.
Por lo tanto, primarias “Sí”, pero abiertas “No”. “Simultaneas”, es conveniente, para que los organismos electorales nacionales, en una sola fecha, lleven a cabo todos los comicios de la totalidad de las organizaciones políticas.
Y, si algo debe eliminarse responsablemente, y a la brevedad, es la de “la elección por delegados”. No nos engañemos, ni engañemos a los afiliados de la agrupación política. Pues, esta no es, ni puede interpretarse como una elección primaria. Es la forma más sutil de engañar al militante, desnaturalizando así una verdadera democracia interna. En consecuencia, todavía estamos a tiempo para que se corrija de una vez lo que haya que corregir.
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