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Las redes de Cristo

Fecha Publicación: 09/02/2019 - 20:40
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Queridos hermanos, estamos ante el domingo V del tiempo ordinario.

El profeta Isaías nos relata en la primera Lectura: “Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo: ¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria! Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz. Yo dije: ¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo. Al leer estas líneas, Dios nos invita, a tener  una hermosa intimidad, a observar su gloria y poder. El único Santo es Dios, los  hombres somos débiles, lo vemos en nuestra carne y en nuestros pecados: orgullosos, soberbios, llenos de ira; pertenecemos al hombre viejo. El único Santo auténtico, verdadero y sincero es Dios.

Hermanos, no nos escandalicemos de nuestros pecados. Muchas veces, la prensa nos muestra continuamente las muertes y el pecado del hombre. Este es el hombre que Dios quiere cambiar y regalarle un nuevo ser. Prediquemos el Evangelio y aparecerá en nuestro corazón la santidad de Dios.

Continúa, el profeta Isaías: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo” Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: “Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”. El Señor perdona nuestros pecados y nos llama a colaborar con Él en la difusión del Evangelio; esa es nuestra misión como cristianos.

Damos respuesta a esta lectura con el Salmo 137: “Delante de los ángeles cantaré para ti, Señor. Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca;  delante de los ángeles cantaré para ti; me postraré hacia tu santuario”. Hermanos, todos nuestros pecados y nuestras precariedades son perdonados por la misericordia de Dios con todos nosotros.

La segunda lectura es de la carta de san Pablo a los Corintios y nos habla del primer credo del cristianismo: “Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos”. Son hechos reales de la historia los cuales nos hablan de Dios. Vemos a Jesús, se le oye, se le escucha y se le ve porque Jesús es un hecho, no una idea abstracta o un ser mítico.

El Evangelio del día es de san Lucas y nos dice: “Vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”. Respondió Simón: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. Hermanos, estamos llamados a echar las redes por mandato de Jesús, Él nos invita a echar las redes a nuestros familiares, en nuestros trabajos y predicar a Jesucristo para que la gente retorne a la Iglesia.

“Hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventar. Entonces hicieron señas a los compañeros para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Y Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Esto es el signo de la conversión, porque aquellos que lo vieron dejaron todo, padre y madre, hermanos, trabajo, dinero, prestigio y fama para seguir a Jesucristo; para predicar la Buena Noticia.

Hermanos, que este Espíritu habite en cada uno de nosotros