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Las Redes Sociales del mal

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Fecha Publicación: 05/04/2019 - 21:40
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El 26 de abril del 2004 es una fecha de triste recordación para los peruanos porque ese día enfurecidos pobladores de la comunidad aymara de El Collao asesinaron con extrema crueldad al alcalde de Ilave, Cirilo Robles.

Una turba, algunos con rostros cubiertos con pasamontañas, lo sacaron a empujones de su domicilio, arrastrándolo varias cuadras. Lo insultaban y acusaban de corrupción, mientras lo golpeaban con palos, fierros, puñetes y puntapiés. Luego lo remataron en el propio municipio y después lo tiraron al puente, donde lo recogió la policía.

Referimos este doloroso suceso porque quienes nutrieron de odio a miles de personas fueron redes sociales aymaras que se expresan en cabildos, boca a boca o en medios de comunicación. Un informe del Congreso señala, en efecto, que “la prensa hablada y televisiva de la provincia de El Collao-Ilave, aparentemente en colusión con sus propios intereses, habrían llevado a cabo una campaña de destrucción moral de las autoridades, azuzando a diario a los pobladores, atribuyéndole al exalcalde Robles Collomamani una serie de delitos como malversación, peculado y otras figuras delictivas que no han sido probadas.[...]. Los casos de las radios “Libertad” y “Armonía”, así como el canal 10 de El Collao son manifestaciones de este tendencioso comportamiento”.

La Contraloría practicó un análisis de las cuentas municipales de Ilave y concluyó que el burgomaestre asesinado no había cometido ninguna irregularidad o acto doloso. Lo asesinaron pobladores ignorantes -que no tienen excusa por ser aymaras- alentados por un teniente alcalde ambicioso que aspiraba al cargo y que hoy purga 30 años de presión con el presidente del Frente de Defensa, ambos responsables de ese crimen.

Un suceso similar ocurrió hace algunos días en Argentina, donde las redes sociales, vía WhatsApp, sindicaron a una persona mayor de haber violado a un niño de doce años. Los vecinos no encontraron al presunto autor, pero sí a su padre y lo mataron a golpes. Ese mismo día se enteraron, por boca del propio agraviado, que otro había sido el violador.

Recuerdo esos episodios porque de alguna manera son producto de las llamadas redes sociales, que en lugar de constituirse en un extraordinario instrumento de comunicación o de intercambio de ideas, son utilizados por algunos sujetos para desfogar odios, frustraciones y maldades. Calumnian y ofenden cobardemente, ocultos en el anonimato. En algunos twitters y Facebook llegan a extremos demenciales.

¿Algo podemos hacer para impedirlo?