Las sombras del abandono -Heridas de la infancia -
Las heridas de abandono nacen muchas veces en los primeros años de vida, cuando un niño experimenta la pérdida, la ausencia emocional o física de una figura de apego importante. Estas vivencias, que pueden parecer “superadas” con el tiempo, en realidad quedan inscritas profundamente en el inconsciente y se manifiestan más adelante en la adultez, muchas veces sin que la persona sea plenamente consciente de ello.
En distintas culturas y épocas, la familia ha sido el núcleo donde se construye la seguridad emocional. Desde tiempos antiguos, los vínculos estables con los cuidadores principales eran esenciales para la supervivencia. Cuando estos vínculos se quiebran —ya sea por muerte, abandono, enfermedad o separación— el niño puede desarrollar una sensación profunda de inseguridad. Esta herida no siempre surge por un abandono literal: a veces basta con una figura emocionalmente ausente o poco disponible para que se active el miedo a ser dejado atrás.
Este miedo al abandono puede expresarse en la adultez de dos maneras principales. Por un lado, a través del apego ansioso, donde la persona busca constantemente validación, teme que la relación termine y vive con ansiedad la posibilidad de perder al otro. Por otro lado, puede manifestarse como apego evitativo, donde se evita la intimidad para no volver a sentir dolor, manteniendo relaciones distantes o poco comprometidas. Ambos extremos son reacciones a una herida no resuelta.
Imaginemos a un niño de 7 años cuyos padres deciden divorciarse. Si la separación se vive en medio de discusiones intensas, sin comunicación clara, y uno de los progenitores se aleja sin explicaciones adecuadas, ese niño puede crecer con la sensación de que “las personas que ama se van” o que “no es lo suficientemente importante para que se queden”. Ya en la adultez, podría manifestar conductas de dependencia emocional, celos intensos o, en el extremo opuesto, miedo al compromiso.
Sin embargo, no todos los divorcios generan heridas profundas. La clave está en cómo se maneja el proceso. Un divorcio puede convertirse también en un escenario de aprendizaje emocional y resiliencia si los adultos logran comunicarse con claridad, mantener rutinas estables, y sobre todo, asegurar al niño que el amor de ambos padres continúa intacto. Explicar la situación con un lenguaje adecuado para su edad, escuchar sus miedos sin minimizarlos, y mostrar coherencia entre las palabras y los actos, son pasos fundamentales para proteger su seguridad emocional.
Una pareja que decide separarse de forma respetuosa acuerda hablar juntos con su hijo, explicándole que aunque ya no vivirán en la misma casa, ambos seguirán cuidándolo, acompañándolo y amándolo. Se establecen días fijos para las visitas, se coordinan actividades familiares y se mantiene una comunicación abierta. Con este enfoque, el niño no interpreta la separación como abandono, sino como una transformación de la dinámica familiar donde el amor permanece.
Preguntas para reflexionar:
• ¿Qué mensajes recibiste en tu infancia cuando una figura importante se alejó?
• ¿Cómo reaccionas actualmente cuando alguien no está tan presente como quisieras?
• ¿Reconoces en ti patrones ansiosos o evitativos en tus relaciones afectivas?
• Si estás en un proceso de separación, ¿qué mensajes claros y amorosos estás transmitiendo a tus hijos?
Reconocer las heridas es el primer paso para sanarlas. La terapia emocional, el mindfulness, el diálogo abierto y la educación emocional en el hogar son herramientas poderosas para que los niños puedan elaborar sus emociones de forma saludable. Los adultos también tienen la oportunidad de reparentarse: ofrecerse a sí mismos la contención emocional que tal vez no recibieron en su momento.
Las heridas del abandono no determinan tu destino, pero sí pueden influir en él si no las haces conscientes. Si estás atravesando un divorcio, recuerda: tu presencia amorosa, tu coherencia y tu escucha son más importantes que la estructura familiar tradicional. Y si identificas patrones en ti que provienen de tu infancia, busca espacios de sanación: la terapia, la meditación o los grupos de apoyo pueden ser caminos valiosos para liberarte de esas sombras y construir vínculos más seguros y amorosos.
Anímate a dar el primer paso y transforma tu vida!
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