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Las trabajadoras sexuales

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Fecha Publicación: 23/07/2025 - 22:20
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Las trabajadoras sexuales son mujeres que ofrecen servicios sexuales a cambio de dinero. A lo largo de la historia de la humanidad, siempre han existido, aunque con distintos nombres: “la de boca pintada”, “la del plano horizontal”, “la mujer de todos”, entre otros. En la actualidad, la prostitución también se ha extendido al género masculino y a personas homosexuales. Esta actividad es una forma de obtener dinero que muchas veces no considera el respeto a la dignidad humana, ni los principios de moral y ética. Sin embargo, cuando se vulneran sus derechos, deberes u obligaciones, sí se evidencia una reacción humana. No es que estas personas no valgan nada: todo ser humano tiene un valor intrínseco y es protegido por la ley.
Existen trabajadoras sexuales que están registradas legalmente, protegidas por la normativa vigente. Se someten a controles médicos mensuales para evitar enfermedades de transmisión sexual y otras. No obstante, también existen quienes ejercen esta labor de manera informal, sin controles ni protección, lo que implica un alto riesgo de contagio para quienes no usan preservativo. Actualmente, cualquier persona con una vida sexual activa está expuesta a adquirir alguna enfermedad. Conozco el caso de un hombre que, viviendo en el extranjero, tuvo relaciones sexuales con una mujer sin protección y contrajo una enfermedad. Afortunadamente, se recuperó. Por eso es importante conocer a la pareja y tomar precauciones para evitar consecuencias graves.
El perfil psicológico de algunas trabajadoras sexuales refleja rasgos peculiares y duraderos. Su percepción y forma de pensar se orientan, en muchos casos, hacia la obtención de dinero. En sus relaciones con el entorno buscan beneficio propio. Suelen tener una autoestima baja, sienten que no valen nada. Las relaciones sociales y personales giran en torno a sus propios intereses. Es difícil para ellas establecer amistades sinceras; muchas veces hay traición, deslealtad y una profunda soledad. Algunas recurren al alcohol, las drogas, el juego, e incluso llegan a cometer delitos como estafas o robos. Muchas tienen un rufián o proxeneta que las acompaña, las protege y vive de ellas, recibiendo una parte de sus ganancias. Esta situación se da no solo en clases sociales bajas, sino también en niveles altos. Les atrae el dinero fácil y no les agrada el trabajo convencional. Algunas incluso disfrutan de ese estilo de vida.
Un ejemplo conocido en Lima fue una casa de citas llamada “Violeta”, ubicada en el kilómetro 5.5 de la Carretera Central. Allí, los clientes bebían, bailaban con las damas y luego iban al cuarto. Una vez, un cliente habitual conoció a una de las mujeres y comenzaron una relación fuera de ese entorno. Ella, al inicio, era distante, deprimida y poco comunicativa. En el sexo se mostraba fría, debido a traumas del pasado. Sin embargo, con el tiempo, ganó confianza y le compartió sus temores e inseguridades. Él la ayudó a superar varias barreras emocionales. La relación no duró, pero fue una experiencia significativa para él. Hoy en día es psicólogo y brinda apoyo emocional a trabajadoras sexuales, usando esa vivencia como ejemplo en sus clases.

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