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Las viudas de los ayatolas

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Fecha Publicación: 26/06/2025 - 22:30
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La república teocrática de Irán nació en 1979 con la caída del Sha. Desde un inicio violó el derecho internacional asaltando la embajada norteamericana en Teherán y tomando al personal diplomático como rehén. Esta infamia duró 444 días y mantuvo en cautividad a 66 diplomáticos y ciudadanos estadounidenses, violando cualquier derecho humano. Su política exterior se basa en el terrorismo internacional a través de grupos de fanáticos musulmanes como Hezbollah y Hamas. En 1992 hicieron saltar por los aires la embajada de Israel en Buenos Aires y en 1994 la mutual judía AMIA en la misma ciudad, con decenas de muertos. En ambos casos, los responsables directos fueron Hezbollah e Irán.
El eje de su política exterior es bien simple: cumplir un mandato divino para exterminar al pueblo judío y al Estado de Israel, así como al “Gran Satán”, que no es otro que Estados Unidos. Luego pasar a cuchillo a todo ser sobre la Tierra que no se convierta al islam.
Con estos antecedentes y “misión divina”, los ayatolas pretenden hacer creer al mundo y a los ingenuos e ignorantes —que son legión— que su programa nuclear es pacífico y, por eso, lo entierran en búnkeres y en las profundidades de las montañas. Lo que buscan, en su fanatismo teocrático, es enriquecer uranio para hacer una bomba atómica que luego, y sin asco, se la lanzarán a Israel, y si pudieran, a Estados Unidos. No les interesa una represalia nuclear. En su credo antisemita y antinorteamericano, morir es un premio al cielo, donde el mismo Alá los recogerá en su seno. Están dispuestos a todo sin importarles las consecuencias. Por eso no se puede negociar con ellos. Negocian los seres humanos razonables, pero los ayatolas no lo son. Utilizan las negociaciones y la diplomacia con el único fin de ganar tiempo para cumplir su misión divina. Embaucaron al simplón de Obama y a Biden, como quisieron hacer lo mismo con Trump, que es proclive a negociarlo todo.
Israel, como se comprenderá después de todo lo antedicho, no puede permitir jamás que los ayatolas tengan un arma nuclear por su propia supervivencia existencial. Si Netanyahu convenció a un renuente Trump a barrer con las centrales atómicas de los ayatolas, en buena hora para el mundo. Debieron hacerlo hace 40 años, pero la situación era otra, donde todavía existía una Guerra Fría y Moscú tenía predicamento. Hoy las cosas han cambiado. La Rusia de Putin está empantanada en las fronteras de Ucrania en una guerra que parece no tener fin para ellos. Si Rusia hubiera querido ayudar a los ayatolas, les hubiera advertido del ataque con sus satélites, como seguramente ocurrió con el fallido y desastroso rescate de los rehenes de la embajada americana, donde todo el convoy de helicópteros enviado por el inútil de Carter (que dejó caer al Sha con el cuento de los derechos humanos) fue pulverizado. Pero Rusia acaba de ser bombardeada hasta lo más recóndito de su territorio nada menos que por Ucrania, un país de cuarta. No es que no haya querido ayudar a Irán, sino que no ha podido. Ni siquiera pudo defender a su aliado sirio Bashar al Assad, que cayó como peso muerto en Siria.
Pero no solo se trata de eliminar la amenaza nuclear genocida de los ayatolas. El problema de fondo es el régimen teocrático de estos. Mientras esos fanáticos clérigos musulmanes estén en el poder, no habrá paz duradera, pese a la innegable victoria de Estados Unidos e Israel, en la que Trump ha conseguido lo impensable: un cese al fuego entre los ayatolas e Israel. Pero las guerras a medias terminan mal, si no que lo diga el difunto George Bush padre en la Primera Guerra del Golfo que, luego de arrasar con las tropas invasoras del tirano Sadam en Kuwait, no cruzó la frontera iraquí porque “no tenía el mandato de la ONU”. Varios años después, su hijo tuvo que hacer lo que el padre no quiso.
Hoy ya no existe la ONU más que como membrete y fuente de ingresos de comechados internacionales. El mundo es otro. Son los ayatolas los que deben perecer. Su régimen queda tremendamente debilitado, que es lo que sucede cuando se pierde una guerra. Por eso se afanan en una propaganda para el consumo interno, invocando que han resistido con “dignidad”.
Lo increíble ya son las viudas de los ayatolas. Caviares, wokes y excéntricos que odian a Trump y a Estados Unidos y piden que “cese la agresión” en nombre de la “humanidad” contra esos clérigos pobrecitos que no dudarían en colgarlos si tuvieran la oportunidad.
Un amigo me pregunta qué pasaría si se cumpliera un Irán sin ayatolas. ¿Regresaría el Sha? ¿Se instauraría una democracia? Entiéndanlo bien claro: hay países que no se pueden gobernar con la democracia como la entendemos en Occidente (y que además está de salida de la historia universal). Por el momento, un cambio de régimen parece improbable en el corto plazo, pero no imposible en el mediano y largo plazo. No soy pitoniso. Pero recordemos que en Florencia hubo un fanático religioso católico, Savonarola, que aterrorizó a los florentinos a tal punto que fue quemado vivo por la turba y regresaron los Médicis. Recordemos también que en Inglaterra hubo otro fanático religioso protestante, Cromwell, que aterrorizó al pueblo con su puritanismo y que, ni bien murió, regresaron los Estuardo.
En síntesis, es preferible un tirano laico que uno religioso para esos países de Medio Oriente, donde la única democracia occidental es la del Estado de Israel.
Un apunte final: las facultades de Derecho de todo el mundo deben replantear sus currículas de Derecho Internacional. Todo lo que enseñan hoy no vale nada. Este derecho ha dejado de existir tal como lo conocemos.

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