¿Latinoamérica ya está perdida?
El ejemplo de Ecuador es muy ilustrativo para lo que está viviendo nuestro país, a sólo nueve días del ballotage. Allá el 7 de febrero 2021 ganó en primera vuelta el candidato prochavista Andrés Arauz, con 32.72% de los votos. Quedó segundo el candidato por la democracia Guillermo Lasso, con 19.34% de las preferencias. El repechaje fue el 11 de abril. Y el triunfador fue Guillermo Lasso, con 52.36% de los votos, tras derrotar al prochavista Andrés Arauz quien obtuvo 47.64 de las preferencias. Previo al ballotage, las encuestas se movían de manera muy semejante a lo que vemos en el Perú. Tanto que, desde el 16 de marzo, ambos postulantes estuvieron técnicamente empatados (52.5% Arauz y 52% Lasso). Y permanecieron así hasta el 31 de ese mes, cuando las ánforas confirmaron el triunfo oficial de Lasso por una ajustada diferencia: 4.72%.
La segunda vuelta, como sucede acá, polarizó a Ecuador entre el chavismo (impuesto por el expresidente Rafael Correa, ahora refugiado en Bélgica y fugitivo de la Justicia ecuatoriana tras ser condenado por corrupto), y el empresario Guillermo Lasso, como representante del centroderecha democrático. Las encuestas revelaban no sólo una elevada proporción de indecisos -y de votos en blanco y viciados- sino asimismo una permanente, aunque bastante ajustada, ventaja del chavista sobre el representante del centroderecha. Incluso la semana previa a la elección los sondeos demostraban un empate técnico. Finalmente Lasso acabó triunfando por algo menos de cinco por ciento de los votos emitidos. Así, Ecuador conseguía rebajar la amenaza del chavismo –que ha logrado formar mayoría parlamentaria junto a las demás fuerzas izquierdistas- pero el fantasma sigue vigente. No sólo por las dificultades que tendrá Lasso para gobernar con una mayoría congresal socialista, sino porque la vecindad sudamericana se ha complicado al extremo. En esto, Estados Unidos –y concretamente el expresidente Donald Trump- tienen una manifiesta responsabilidad por haber permitido que Maduro continúe manejando impunemente Venezuela como si fuera suya. Es evidente pues la asimetría regional en cuanto al poder del comunismo frente a la democracia. A través del Foro de Sao Paulo, Cuba y Venezuela lograron articular una estrategia que, en año y medio, ha incorporado a naciones que no estaban en el horizonte socialista. Lo ocurrido en Chile es trepidante. Ahora una constituyente –dominada por la izquierda- maneja esa nación. Y lo que viene sucediendo en Colombia, apunta a una coyuntura que quizá desemboque en algo similar al caso chileno. Respecto a las perspectivas en nuestro país, salvo que suceda algo parecido a lo ocurrido en Ecuador en el ballotage, las consecuencias serían tanto o más complejas que las de Chile y Colombia, debido al agregado senderista que exhibiríamos. Así, el eje Colombia-Perú-Chile arrinconaría a Ecuador y la región quedaría indefinidamente hipotecada al comunismo.
Navegamos entonces en medio de una borrasca de enormes proporciones, rodeados de vecinos contagiados, como nosotros, por el virus mortal del comunismo cubano. Y, salvo que Washington entienda la gravedad del momento, Latinoamérica podrá acabar absorbida por China y Rusia. Ambas ya saborean el triunfo.
Para más información, adquiere nuestra versión impresa o suscríbete a nuestra versión digital AQUÍ.
Puedes encontrar más contenido como este siguiéndonos en nuestras redes sociales de Facebook, Twitter e Instagram.