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Lejano atardecer del 26 de mayo de 1880

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Fecha Publicación: 29/05/2025 - 22:10
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Las batallas decisivas en las guerras llevan ese nombre porque sus resultados suelen ser definitivos o, en el mejor de los casos, condicionan el curso de las operaciones futuras e incluso el desenlace mismo del conflicto. Es por ello que la batalla de Tacna o del Alto de la Alianza, del 26 de mayo de 1880, a cuyo campo acudieron a luchar a muerte tres ejércitos de línea, fue, en mi opinión, una batalla decisiva. La suerte del Perú quedó echada esa tarde de sangre y fuego, de manera desfavorable.
Recordar este hecho no es, como algunos banalmente creen, conmemorar derrotas, como si las batallas fueran partidos de fútbol en los que solo cuenta quién metió más goles. Por el contrario, conmemorarlas significa rendir homenaje a los valientes guerreros que entregaron sus vidas por el destino de sus naciones. De ahí que recordamos en estas líneas a los bizarros soldados del Batallón Zepita, en esa jornada en defensa de su patria, con su comandante al frente: el coronel Carlos Llosa y Llosa, nacido en la Ciudad Blanca el 4 de noviembre de 1849.
En 1865, a los 15 años, el intrépido Carlos Llosa —como lo llamó Basadre— se incorporó como cadete al Batallón Arequipa N.º 7. A lo largo de su carrera sirvió en varias unidades, como en el legendario Batallón Zepita, cuyas filas integró en más de una ocasión. Los bravos del Zepita formaron parte, junto al Batallón Cazadores del Misti, que encabezaba el comandante arequipeño Sebastián Luna, de la segunda división del ejército aliado en Tacna, que luchó esa jornada bajo el mando del coronel Andrés Avelino Cáceres.
El Zepita es una de las unidades de infantería históricas más representativas del heroísmo del Ejército del Perú, y lleva su nombre por la batalla de Zepita del 25 de agosto de 1823 durante la guerra de la Independencia. Sus comandantes han sido prestigiosos soldados, como el actual Jefe del Comando Conjunto de las FFAA, general del Ejército David Ojeda Parra.
Carlos murió a los 30 años sin descendencia. Muchos de sus primos pelearon y murieron en la guerra, como los coroneles José Gabriel Chariarse y Llosa en San Juan, y Máximo Abril y Llosa en Miraflores. Este último era primo hermano doble de los hermanos Llosa y Abril, quienes también eran primos hermanos de Carlos. Uno de ellos, Luis, se casó con la hermana de Carlos, Emilia Llosa y Llosa. Carlos tuvo como ahijado a Teobaldo Llosa y Rivero, coronel de artillería, padre de mi abuelo, quien siguió los pasos de su abuelo paterno, Francisco de Paula —vencedor de Zepita, por feliz coincidencia—, de su padre y de su padrino Carlos.
Los coroneles Abril y Llosa fueron pierolistas hasta el tuétano; sus primos, los coroneles Llosa y Abril, caceristas acérrimos. En sus memorias, el mariscal Cáceres elogia la bravura del Zepita y refiere: “Mi segundo jefe, el comandante Llosa, al avanzar sobre el enemigo, recibió un balazo en el pecho que lo mató instantáneamente”.
Cierro con un homenaje que escribí hace más de treinta años:
A la memoria del teniente coronel Carlos Llosa y Llosa, muerto el lejano atardecer del 26 de mayo de 1880 durante la Batalla del Alto de la Alianza, combatiendo en terreno a donde solo llegan los verdaderos héroes y valientes.

Por Juan Carlos Llosa Pazos

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