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Libertad de prensa

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Fecha Publicación: 14/05/2023 - 22:30
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Hay algunos periodistas y medios de comunicación social que imprudentemente se han apartado de sus deberes éticos.

Se vivió en la época del fujimontesinismo cuando se hipotecó la pluma para convertirse en áulicos servidores del autoritarismo, de la prepotencia, de la fuerza obsesiva e irrazonable del Poder Político, en lugar de ser rehusado y abatido con altivez y preferir sentarse con dignidad a la mesa vacía y no estirar la mano cual mendigo y agachar la cerviz con deshonra. Como se advierte, la norma ética quedó en el olvido o se le cubrió de lodo.

Quienes hemos escogido el periodismo como profesión tenemos que ser conscientes de haber elegido la profesión más peligrosa del mundo. Tenemos que reafirmarnos en la convicción de que el periodismo es el baluarte por excelencia de la libertad, la democracia, los derechos humanos y los valores supremos de las naciones civilizadas, en las que debe imperar, como necesaria garantía, la seguridad jurídica y el pleno Estado de Derecho.

Los periodistas tenemos el privilegio del deber insoslayable de orientar nuestro quehacer al servicio de una causa que jamás ha de ser postergada ni negociada. Es la causa de la sociedad, es la causa de la libertad, es la causa nacional. Es la causa, en fin, del Bien Común, que entendemos como la juridicidad básica e intocable, sin mácula, que al propender alcanzarla y mantenerla, fomenta un ambiente de seguridad, confianza y bienestar. Bien Común como anhelo sentido por el pueblo, por el país como conjunto humano, social y realidad geopolítica.

Tanto periodistas como medios de comunicación social tienen el deber de informar, orientar y educar inclusive con secciones y programas de distracción que permitan el derecho de apartarse momentáneamente de realidades adversas y entrar a un mundo de recreación que ahora…, en su gran mayoría, se brinda en forma torpe, chabacana, inmoral y casi exclusivamente comercializada, lo cual conduce a la anomia, como la más cruel desviación social y sentimental, llegándose a la enfermedad de la desmesura, al malestar interior, a la náusea del ser como ente. Se rebaja así a la persona humana a la condición de medio, humillando con soberbia lo que realmente es: el fin de todo acto humano, el fin a cuyo servicio y bien está lo más perfecto de toda natura.

Existe, entonces, un cautiverio ante el cual se renuncia incomprensiblemente al razonamiento, descuidando que precisamente la razón es la cuna de la libertad. Esta no existe o se le practica precariamente si no es iluminada por la sana razón, por esa facultad del juicio crítico, comenzando por nuestros propios actos y por el hoy tan escaso sentido común, absorbido por el torbellino de torpezas, exabruptos, incultura, pérdida de valores, de autoestima y por un ilimitado y audaz libertinaje.

Los periodistas y los responsables de los medios de comunicación social tenemos que saber que para desempeñar el derecho de expresión -en cualquier forma- asumimos mayor responsabilidad por ser mentores y promotores públicos de acciones humanas.

Esto nos obliga a cumplir espontáneamente los deberes inherentes a nuestra profesión. Para ello nada más apropiado que la norma deontológica y ningún tipo de mordaza como pretende hacerlo el Poder Legislativo con un mamotreto de proyecto de ley, aprobado en primera votación.

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