Lilia, la primera dama
El nombre de primera dama se aplica a la anfitriona de Palacio de Gobierno. Puede ser un título puramente protocolar o institucional.
Carolina Barry, investigadora del Conicet, define el rol como: “La figura que no es electa pero que, sin embargo, tiene mucha implicancia a la hora de estudiar la democracia. El poder de esta no puede ser ignorado, porque tiene una influencia en la intimidad del líder político, más allá de lo legal”.
Habiendo dicho esto, no es poca cosa lo que se espera de la primera dama del Perú. En un contexto donde la economía, y en general la sociedad, se encuentra convulsionada y afectada por la pandemia que nos trajo la covid, el papel de la esposa o compañera del primer mandatario de la nación se hace esperar.
Si bien es cierto, en la mayoría de los países, la función de la primera dama no está del todo determinada, en el Perú sí existe un presupuesto del Estado destinado a que la esposa del presidente en función, pueda realizar las actividades inherentes a su posición. Con este presupuesto, se paga a los asesores encargados de velar por la administración de la residencia presidencial, como de la imagen de la primera dama.
Lilia Paredes es una maestra rural, sin experiencia previa en temas de protocolo, ceremonial y relaciones internacionales; sin embargo, como se indica, cuenta con un staff de asesores que están en la obligación de garantizar que la señora Paredes de Castillo pueda desenvolverse sin problemas en cualquiera de estos escenarios.
Lilia Paredes asumió la función de primera dama de nuestra nación con la misma idea errónea de su esposo, Pedro Castillo, identificándose con un grupo humano determinado, en lo étnico, económico, social y cultural, y satanizando y despreciando a todo lo que no fuese ese grupo humano. Lilia ha sido arrastrada por la tendencia de la división o puede ser parte de ella, y ha olvidado, como también su esposo, que ella representa a TODAS las mujeres peruanas, cuando se trata de estar frente a un público, internacional o local.
En este sentido, la primera dama tiene mucho pendiente por hacer y corregir, ella es naturalmente la promotora de lo nuestro, está en la obligación de vestir con las maravillas que los mejores diseñadores peruanos ofrecen hoy en día, promocionando nuestras fibras y tejidos típicos, así como el profesionalismo y calidad de nuestros artesanos. Ella debe ser ese eslabón entre la Lima que critica, y esa provincia que clama por salir adelante con sus productos. Hacer alianzas entre los mejores diseñadores y llevarlos a provincia para hacer talleres de diseño, nuevas tendencias, mostrar a nuestros jóvenes talentos, realizar eventos, etc.
Mientras Lilia, la primera dama del Perú, siga caminando sobre los pasos de su esposo, interesándose tan solo en Chota y provincias, solo será una compañera de adorno, muy lejos de la promotora, organizadora y ejecutora que debe ser.
Comunicadora Social, Protocolo e Imagen
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