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Lo bueno, lo malo y lo feo

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Fecha Publicación: 28/12/2021 - 22:40
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Como es usual, los fines de año sirven para efectuar balances y desear casi religiosamente que el año por venir sea mejor que el anterior, más ahora que en cuestión de añadas el advenimiento del Bicentenario de la Declaración y Proclamación del Perú independiente apenas nos dio para austeras conmemoraciones y nada de celebraciones.

Podrá decirse que la culpa la tuvo la pandemia de la covid-19 que ha causado y causa la luctuosa emergencia sanitaria, económica y social que golpea a la nación y que ha enlutado a más de 200 mil familias y empobrecido a tantas más. Sin duda, el maldito virus chino con sus interminables variantes, mutaciones y nombres griegos –ómicron es la nueva amenaza- sigue siendo la mayor desgracia, pero habría que ser ciego para desconocer que gran responsabilidad de este otro infeliz año que se va la tiene el malhadado gobierno o desgobierno iniciado el 28 de julio pasado de cuyas nefastas consecuencias tampoco se libra de culpa la desunida oposición democrática por sus consabidos intereses subalternos, mezquinos y la falta de mira de Estado que tanto daño hace en estos lares a lo largo de la vida republicana.

Que ha habido algo de bueno en este anárquico Régimen, pues sí ya que por lo menos se ha enmendado buena parte de los terribles errores cometidos en el combate de la pandemia y logrado que la vacunación contra el coronavirus alcance a cerca del 70 % de la población objetivo, disminuyendo los riesgos de hospitalización y muerte. También de malo, por supuesto, está la aberrante gestión pública antiminera y el desconocimiento gubernamental de que la iniciativa e inversión privadas son los principales motores del crecimiento económico y, por ende, del desarrollo humano en una Economía Social de Mercado. Y de lo feo, cómo no, destacando la grosera ineptitud y descalificación en la administración estatal por parte del Poder Ejecutivo –con alguna excepción- y su suicida insistencia en la convocatoria a una Asamblea Constituyente “refundadora” del país que únicamente acrecienta la inestabilidad institucional y mina la gobernabilidad democrática.

Dicen que Dios es peruano así que nos queda, como cada año, la esperanza de cambio, la única virtud que se salvó del estropicio de Pandora. Feliz 2022 aunque la realización de ese deseo no depende el Señor Altísimo, Creador y Todopoderoso, sino de la voluntad de cada uno de nosotros. ¡AMÉN!

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