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Lo nuevo de Servais

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Fecha Publicación: 06/02/2022 - 22:20
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Servais Thissen resultó ser el hombre sorpresa. Con puntualidad de inglés arequipeño llegó para conversar de cuatro páginas de su recién publicado libro “Mariátegui. Nuevos Aportes”, volumen de 431 páginas, tres capítulos con poemas, cuentos, cartas y artículos que no se han incluido en los veinte tomos de las Obras completas.

La carátula diseñada por David Abanto Antaya tiene un óleo de Ricardo Wiesse. Con sus primeras palabras comprendí que “Mariátegui. Nuevos Aportes” es la suma de todos los años en que Servais, desde antes de escribir y publicar en 2017 “Mariátegui: la aventura del hombre nuevo.

Biografía con más de 500 fotografías de la época”, ha puesto su indesmayable interés, dedicación, estudio, investigación, fichado, búsqueda, selección, recolección y colección del material con que reconstruye y comparte el significado de la figura de José Carlos Mariátegui, fundador en 1928 del Partido Socialista Peruano y en 1929 de la Confederación General de Trabajadores del Perú.

Empezada la charla sé que las cuatro hojas dedicadas al tema de la paternidad de JCM, son el nuevo aporte. Con documentos explica que Francisco Javier Mariátegui Requejo no es el padre biológico. Sí lo es el coronel moqueguano Julio César Chocano que con Amalia La Chira, madre de JCM, además tuvieron a Julio César y María Amanda.

La noticia dada en 1995 por Humberto Rodríguez Pastor en “José Carlos Mariátegui La Chira. Familia e Infancia”, motiva la investigación de Augusto Tamayo quien posteriormente con una prueba de ADN encuentra su parentesco con los descendientes de la familia Mariátegui-La Chira en el tronco Chocano.

Lo que fue presentado como hipótesis Servais confirma con estas cuatro páginas. Su comentario es “…a estas alturas, un simple dato histórico que no desmerece en nada la trayectoria y renombre del Amauta; seguirá llamándose Mariátegui y esto no afecta la importancia de su obra y mensaje”.

Servais Thissen, nació en Bélgica, llega a Lima en 1967. En Lovaina, ciudad de la famosa universidad, toma su condición de hermano en la orden Benedictina. Allá también conoció al padre Gustavo Gutiérrez a Jorge Alvarez, a jóvenes peruanos alumnos de la universidad, con ellos conversó de la Teología de la Liberación.

En Lima, sabe que bajo techo leyendo y meditando no podrá ayudar. Sale a la calle. La condición de vida en las zonas que aún se llamaban barriadas despierta su interés por la fotografía y las filmaciones de carácter testimonial.

Pronto está en la fundación de Villa El Salvador al lado de Michel Azcueta; en Huaraz con las víctimas del terremoto del 70; con la Comisión Episcopal de Ayuda Social hasta 1975 que deja la orden y contrae matrimonio con Sheila Mogrovejo, profesora arequipeña. Tuvieron dos hijos, el mayor se llama José Carlos.

En 1979 la fotografía se convierte en tema personal al conocer la obra de Martín Chambi en la Galería Secuencia. Le dedica tiempo de estudio como después lo hará con la de Teófilo Hinostroza, fotógrafo nacido en Colcabamba, Huancavelica.

Zoila, hija del fotógrafo, conoció a Servais y con total confianza depositó en sus manos el archivo que guarda diez mil negativos en blanco y negro que registran la vida diaria de las comunidades de la zona. Servais organizó una selección y el 2007, con gran éxito lo da a conocer con una exposición en Ccori Wasi, luego en el Centro Cultural de la Católica y el Centro Inca Garcilaso del ministerio de Relaciones Exteriores.

La publicación del libro “El Perú profundo de Teófilo Hinostroza” , completa su tarea. Trabaja en la historia de Max T. Vargas el fotógrafo arequipeño, ha encontrado muchísimo material fotográfico en Tacna y tiene en preparación un índice de los fotógrafos que han trabajado en el Perú. Gracias a sus pesquisas se ha convertido en propietario de una importante colección de fotografías del archivo del pintor huanuqueño Ricardo Flórez, amigo de José Carlos Mariátegui, el Amauta, que le interesa por su preocupación en la educación y cultura del “hombre nuevo”.

Puntual como llegó se fue sin perder esa sonrisa que de tanto en tanto quiebra la seriedad de su expresión en la cara en que brillan los ojitos con color cambiante.

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