Lo primero que se debe hacer con el Colegio de Politólogos
En pocas semanas, el recientemente creado Colegio de Politólogos del Perú (CPOL) iniciará su proceso electoral. Esto obliga a preguntarnos: ¿por dónde empezar? ¿Qué pasos deben darse para que el CPOL no se convierta en un cascarón vacío, sino en una institución sólida, útil y legítima?
Responder no es sencillo, pero sí urgente. Existe el riesgo de que el colegio se burocratice, se instrumentalice o termine capturado por una élite cerrada. Evitarlo es una tarea colectiva. Lo que está en juego no es solo un sello profesional, sino la oportunidad de construir una comunidad politológica que se reconozca, se organice y se defienda.
Lo primero es garantizar una participación amplia y descentralizada en las decisiones fundamentales. La representatividad no debe ser una consigna vacía, sino una realidad que incluya a licenciados, bachilleres, egresados y estudiantes; escuelas públicas y privadas; regiones con tradición en Ciencia Política y aquellas que apenas la están forjando. Así se construye legitimidad real.
Urge también conformar comisiones representativas para temas clave. Una debería elaborar, con enfoque plural, un código deontológico que oriente el ejercicio profesional con ética. Otra, definir el perfil del politólogo en el Perú, reconociendo la diversidad de enfoques, pero también ofreciendo claridad frente al mercado laboral y el Estado.
Uno de los mayores vacíos del gremio es la desconexión entre formación académica y oportunidades laborales. Muchos egresados enfrentan dificultades para insertarse en espacios donde su preparación sea valorada. Parte del problema es estructural, pero también responde a la ausencia de una voz colectiva que defina y defienda nuestro rol profesional.
En ese sentido, es clave que el CPOL dialogue con instituciones como SERVIR para incluir al politólogo en los perfiles del sector público. La politología no es un lujo ni una moda: es vital para el diseño de políticas, la gestión pública, la resolución de conflictos y el fortalecimiento institucional.
Además, será indispensable articularse con la Red Nacional de Escuelas Profesionales de Ciencia Política (RENACIP). Crear una Mesa Permanente de Diálogo entre el CPOL y RENACIP puede ayudar a consensuar una malla curricular mínima, identificar competencias clave y adecuarlas a las necesidades del país.
La descentralización también debe ser real. Las cinco filiales departamentales —en Lima, Lambayeque, La Libertad, Arequipa y Apurímac— deben contar con autonomía y responder a sus contextos locales. Cada región tiene sus propios desafíos, y es fundamental escuchar todas las voces, no solo las capitalinas.
Finalmente, el Colegio debe consolidarse como un espacio de encuentro. Las diferencias políticas, académicas o metodológicas no deben dividirnos, sino enriquecernos. Lo peligroso no es el pluralismo, sino el intento de capturar la institución como si fuera un botín.
En las próximas semanas habrá espacio para el debate y las ideas. Pero la pregunta clave es: ¿qué clase de colegio queremos construir? La respuesta determinará el futuro de nuestra profesión.
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