Lo que verdaderamente importa
El congresista Hernando Guerra García (Fuerza Popular) perdió la vida luego de sufrir una descompensación en el distrito de Punta de Bombón, provincia de Islay (Arequipa). De acuerdo a la Policía, un infarto acabó con la vida de ‘Nano’ a los 60 años. Apenas se desvaneció, los amigos del parlamentario que se encontraban con él lo llevaron a la posta del lugar, en donde no pudo ser atendido porque no había nadie. Luego, Guerra García fue trasladado al hospital de Mollendo, que se encuentra a unos 40 minutos de la zona en la que se desmayó el legislador. Ahí solo confirmaron su deceso.
¿Pudo sobrevivir ‘¿Nano’ si la posta médica hubiera estado abierta, con un doctor o enfermero presto a brindarle atención? No se sabe, pero lo ocurrido evidencia, una vez más, lo desastroso que es nuestro sistema de salud. Es indignante que Hernando Guerra García no haya sido atendido en el centro médico al que acudió en primera instancia por falta de personal. Las postas a nivel nacional deberían atender las 24 horas del día y cada una tendría que contar con una ambulancia lista para movilizar en poco tiempo a los pacientes que lleguen muy graves a los hospitales.
Y esto solo se puede lograr ejecutando bien el presupuesto que se otorga al sector Salud, que cada año aumenta. ¿Dónde están los 80 hospitales que prometió el lagarto Martín Vizcarra? ¿Por qué los peruanos tienen que perecer por no recibir atención primaria, si es que, como dijo la presidenta Dina Boluarte, el 99% de ciudadanos cuenta con un seguro médico? La desidia, en este caso, es sinónimo de muerte. El actual Gobierno debería tomar el toro por las astas y, como plantea el exministro Abel Salinas, unificar todos los subsistemas que existen; es decir, un paciente tendría que poder atenderse de emergencia en el Hospital de la Policía, por ejemplo, y el garante, que puede ser EsSalud, SIS o un privado, pagaría después por la atención recibida.
Pero, lamentablemente, la agenda la ponen los caviares en este intento de país y tenemos que aguantar que unos mediocres cineastas y actores de medio pelo chillen como viudas porque la legisladora Adriana Tudela propone recortar al 50% la subvención a esos bodrios que llaman películas. Tudela, al contrario de lo que opinan estos vividores del Estado, ha sido bastante generosa con su iniciativa porque ni un solo centavo de los contribuyentes debería ir a estas producciones, que, en los últimos tiempos, solo reivindican a rojos asesinos.
Que este dinero sea destinado, más bien, a equipar a algunas postas con un desfibrilador. Y, si estos caviares quieren hacer películas, pues que pongan de la suya o que busquen a algún privado de mecenas. De ser “buena” su creación, el mercado los recompensará con creces. Hay que priorizar lo que verdaderamente importa: la salud de los peruanos.
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