Los bárbaros
Cuando Oswald Spengler publicó el segundo tomo de su famoso libro “La decadencia de Occidente”, hace exactamente un siglo, probablemente nunca imaginó cómo se materializaría su genial intuición: hordas de musulmanes, árabes y africanos invadiendo Occidente que, guiado por izquierdistas, caviares y “buenistas”, no solo les abrieron las puertas, sino que incentivaron su migración.
Esas muchedumbres huyen de países fracasados, con estados fallidos, gobernados por autócratas corruptos y sanguinarios. Pero la mayoría de ellos no llega con la intención de integrarse y aprender las pautas y costumbres que han hecho próspera a la civilización occidental y cristiana, sino con la intención de destruirla y someterla a las normas, hábitos y prácticas que han convertido sus países de origen en pobres, miserables y violentos.
Y muchos de los estúpidos gobernantes occidentales, adoptando las ideas de intelectuales frívolos y mentecatos, han adoptado las teorías del “multiculturalismo” para aceptar la migración ilegal y descontrolada.
Ahora, cuando las turbas de inmigrantes han salido a festejar en Londres, París, Bruselas, Washington y Nueva York la horrenda masacre cometida por los terroristas de Hamás, que decapitaron y quemaron vivos a bebés, violaron y asesinaron mujeres, y secuestraron a niños y ancianos, recién algunos, solo algunos, han empezado a comprender el trágico error que quizá ya no tenga solución.
En ese sentido, los gobernantes de países árabes y musulmanes, que conocen de cerca a sus “hermanos”, los respaldan en sus discursos, y algunos los apoyan financiera y militarmente en su genocida propósito de exterminar a los judíos y desaparecer el Estado de Israel. Pero, por supuesto, nadie los quiere recibir, precisamente porque los conocen.
No es novedad. En 1970 el rey de Jordania asesinó a miles de terroristas palestinos que querían apoderarse de su país y expulsó sin contemplaciones a los que sobrevivieron. En memoria de esa masacre, se creó la organización terrorista palestina Setiembre Negro, la que asesinó a deportistas israelíes en los juegos olímpicos de Múnich en 1972.
La OLP palestina se instaló en Líbano a mediados de la década de 1970 y destruyó al que era un país próspero y democrático, hoy día en ruinas y dominado por Irán y la milicia fundamentalista Hezbollah.
Gaza y Cisjordania fueron territorios controlados por Egipto y Jordania, respectivamente, hasta la Guerra de los Seis Días, en 1967. Naturalmente, ni a Egipto ni a Jordania se les ocurrió constituir un Estado palestino ahí, como hubieran podido hacer. Y menos incorporarlos a sus propios países.
Ninguno del más del medio centenar de gobiernos árabes e islámicos va a recibir a los palestinos de Gaza, educados desde que nacen en el odio y la violencia, y empobrecidos por cabecillas fanáticos y corruptos, que han usado las decenas de miles de millones de dólares que han recibido en las últimas décadas para fomentar y practicar el terrorismo, y no para mejorar la vida del pueblo.
Spengler fue demolido por los historiadores profesionales -él era filósofo-, pero pareciera que su clarividente pronóstico era cierto.
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