Los Cantos del poeta
”La literatura es una noticia que permanece noticia”, dijo Ezra Pound, el gran y controversial poeta, músico y ensayista norteamericano nacido en 1885 en Hailey, Idaho, Estados Unidos, y muerto en Venecia, Italia, en 1972.
Lo acusaron de todo. Fue, sin duda, un traidor y un esquizofrénico. Pero fue también el autor de Los Cantos y de otros poemas que, sin duda, lo harán inmortal. Nadie se acordará, leyéndolos, que defendió al fascismo y que al llegar a Italia a donde lo desterraron para no ejecutarlo, lo primero que hizo en la cubierta antes de descender a tierra fue el saludo de Mussolini; tampoco que estuvo doce años internado en un manicomio. Cuando anduvo sano –o tal vez no– aprendió griego y latín y se graduó en lenguas románicas en la Universidad de Pennsylvania.
Loco o cuerdo, bueno o malo escribió poemas como éste: “Yo junto estas palabras para cuatro personas/ algunos más pueden oírlas/ oh mundo, lo siento por ti/ tú no conoces a estas cuatro personas”. O este otro: “So-Shu soñó/ y habiendo soñado que era un pájaro, una abeja y una mariposa/ quedó perplejo de por qué debía tratar de sentirse otra cosa/ de ahí su contento”. Ambos forman parte de sus Cantos, su obra cumbre.
Tuvo una relación extraña con Dios pero tengo para mí que era profundamente creyente. Le fascinaba, como a tantos poetas y escritores, la historia del galileo que muere en la cruz para salvar a todos y que en su hora crítica lloró y le pidió a su padre que le apartara el cáliz de la muerte.
De ese Dios extraño y compasivo dijo: “Fue maestro de hombres aquel hombre/ un amigo del mar y de los vientos/ si piensan que está muerto el Compañero/ es que son tontos o no están atentos/ Yo lo he visto comerse su panal/ después que lo clavaran al madero./ Yo lo vi conducir a un centenar/ como un montón de cuerdas desatadas/ para ofrecerles alto hogar sagrado/ a cambio de su prenda atesorada./ No lo van a encontrar en ningún libro/ aunque esté sutilmente bien escrito/ pues Él no fue un ratón de biblioteca/ sino un marino sobre lo infinito”.
Imagino al Dios de todos los caminos caminando en el mar de Galilea. Sus discípulos –pescadores y pecadores como Pound– lo miraban asombrados. Él los llamó y los recriminó por su falta de fe. Cuenta Marcos, el Evangelista, que el viento estaba en contra y las olas azotaban la barcaza, como ahora la azotan tantos vientos, pero aun así caminaron sobre el agua.
Todos caminamos sobre el agua. Algunos en silencio. Otros recitando a viva voz sus Cantos como Ezra Pound. Y el Marino sobre el Infinito nos espera al final del naufragio de la vida.
Jorge.alania@gmail.com
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