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Los cien días de Napoleón: hace 209 años

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Fecha Publicación: 29/02/2024 - 21:40
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Napoleón Bonaparte es el personaje más relevante de la historia europea o si prefiere de la historia universal de Occidente de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Un día como hoy, hace 209 años, emprendió desde la isla Elba (Sur de Italia) donde se encontraba desterrado (1815), el retorno a la Francia que lo vio autoproclamarse emperador 11 años atrás (1804), en el marco de una ceremonia apoteósica en la histórica y emblemática catedral de Notre Dame de París. Napoleón había hecho todo al revés.

En efecto, mientras a los franceses del denominado Estado Llano –burguesía– le había costado en su historia nacional deshacerse del absolutismo y despotismo monárquicos gracias al iusnaturalismo difundido por la Ilustración con figuras célebres como los filósofos Montesquieu, Rousseau y Voltaire y los enciclopedistas D. Diderot y J. d’Alembert, lo que desencadenó la universal Revolución de Francesa de 1789, sepultando el derecho divino y las pretensiones de quienes se creían con derecho a reyes y emperadores para trasladar la soberanía al pueblo, a Napoleón los aires imperiales no lo dejaron hasta el final de su vida. 5 años antes de su coronación, en 1799, había llegado al poder luego de perfilarse entre los miembros de un triunvirato que manejó a su antojo, por el denominado Golpe del 18 del Brumario (9 de noviembre de ese año).

El también llamado Gran Corzo, luego de haber vivido etapas gloriosas con sus grandes campañas de conquista por Europa y África y de modificar el tablero geopolítico del viejo continente –por ejemplo, lo que pasó a España con la invasión napoleónica jugó a favor del proceso emancipador e independentista en América–, daría paso a su decadencia y derrota final. Pero Napoleón no era fácil de doblegar. Escapó de Elba y regresó triunfante a París el 20 de marzo de 1815. No tuvo el apoyo político que creyó. Enfermo y debilitado, fue derrotado en Waterloo por las potencias europeas decidas en acabarlo en el Congreso de Viena de ese año. Percatados de su huida, fue detenido y para asegurar que debían deshacerse plenamente de un nuevo intento de volver a Francia, lo conminaron a la remota isla Santa Elena en el corazón del Atlántico, lejos de las costas africanas, donde me hallo por estos días y escribo esta columna, mirando este imponente océano, donde terminó sus días solo y olvidado en 1821.

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