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Los dos extremos

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Fecha Publicación: 13/07/2019 - 22:00
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A propósito de un reportaje de Panorama y de algunos proyectos de ley populistas, les comento que desde hace años debo tomar un medicamento diariamente y, como la gran mayoría de peruanos, consumía el fármaco genérico que se vende en cualquier farmacia o botica. Cada pastillita me costaba en promedio 1 Sol, es decir, mi gasto en ese medicamento era de 30 Soles al mes.

Por razones que no vienen al caso, mi “pepa genérica” fue retirada del mercado, por ende, estaba obligado a comprar ese mismo fármaco, pero ahora de “marca”. Lo bueno (así lo pensé en ese momento) es que tengo un seguro particular de salud y con ello solo debo pagar el 20% del costo de mis medicinas de “marca”. Claro, siempre y cuando me atienda en alguna clínica afiliada al seguro que tengo.

Cada mes pago 99.77 Soles por las 30 pastillas que necesito tomar a diario. Si mi seguro asume el 80% del precio de mercado, entonces, el costo real de las 30 pastillas sería de 498.85 Soles. Si vas a cualquier farmacia ajena a la clínica donde me atiendo, el costo de mercado por las 30 pastillas es de 170 Soles, en promedio.

Un amigo me dijo que no me queje, pues con mi seguro particular igual estoy pagando menos de lo que cuesta en la calle y, en todo caso, nadie me obliga a comprar medicamentos de “marca”. Es cierto, pago el 41% menos que el precio de la calle (70 Soles menos) o el 80% menos si tomamos como referencia el abusivo precio sobrevalorado de la farmacia de la clínica (398.88 Soles menos).

No tengo una visión “siniestra” de las cosas y tampoco quiero abolir las reglas del mercado, pero creo que el sentido común te dice que se está abusando de los consumidores de estos servicios. Es necesario que exista una regulación mínima en estos casos, que no son pocos.

Pero, así como existen ciertas falencias regulatorias, tampoco es bueno trasladarle la ineficiencia del Estado al privado. Esto último a propósito del proyecto de ley que impulsa el Gobierno y que pretende que la empresa privada (farmacias y boticas) expenda obligatoriamente una serie de medicinas genéricas.

Esta propuesta del gobierno solo es un placebo que no soluciona el problema de fondo, es decir, la ominosa falta de medicamentos en las dependencias públicas de salud. La solución no es obligar al privado a vender genéricos, sino más bien mejorar los procesos de compra pública que permitan tener medicinas para ser entregadas a los usuarios de los servicios públicos de salud, que además no son gratuitos como muchos piensan.

Entonces, ni ausencia de regulación ni populismo estatista. Los extremos nunca son buenos.