Los errores de campaña
Tal es el título del libro (Editorial Ibuk Media Speak, mayo de 2024) presentado el pasado miércoles 23 en Lima por el mexicano Daniel Vásquez García, un exitoso estratega y coach de campañas, así como de gobierno a lo largo y ancho de su país. Fue diputado por el Partido Acción Nacional (PAN), que destronó al PRI del mando supremo de México tras 70 años de imperio gubernamental.
Tuve la fortuna de ser uno de los comentaristas de esta obra junto a Jorge Villena y Milagros Muñoz. Los tres destacamos la singularidad del enfoque de Vásquez, sabiendo que en la literatura política —particularmente la latinoamericana— abundan los manuales asertivos sobre cómo afrontar exitosamente una campaña, pero no los equívocos más comunes de los candidatos, sus equipos y estrategias.
Dice bien la prologuista Fernanda Caso Prado que el texto motiva una lectura accesible, humana, profunda y hasta divertida donde el autor —usando nombres ficticios— narra experiencias propias con aspirantes a cargos públicos que incurrieron en vicios inexcusables. Algunos de ellos: caminar sin rumbo definido, jugar al “todólogo” (absorber todos los ítems de la campaña sin delegar responsabilidades), la ingratitud con la base social que lo convierte en candidato, dormirse en los laureles (el famoso piloto automático de quienes se sienten ganadores desde el principio) y otros.
Ciertamente, Vásquez alude también a la premisa de la virtuosidad del que busca el voto ciudadano, la proyección de una imagen impoluta desde la apariencia física hasta el bagaje de conocimientos y la conducta moral. La incorpora en el capítulo “No invertir en uno mismo” y constituye para mí la única parte debatible o merecedora de una dilucidación exhaustiva a la luz de la reciente historia peruana. Ello porque las paradojas de la vida hicieron coincidir nuestras apreciaciones sobre el libro en la misma semana que conocimos la sentencia impuesta al expresidente Alejandro Toledo por un caso de corrupción.
Recordé al Toledo de las campañas presidenciales 2000 y 2001, las pesquisas que el SIN de Vladimiro Montesinos, pero también la prensa independiente, realizaron sobre su vida disoluta en la primera y la revelación acerca de su negativa a suscribir la paternidad de Zaraí en la segunda. Dipsómano, cocainómano, prostibulario, mitómano, mujeriego. Y, sin embargo, llegó segundo (con sospecha de fraude en su contra) en el 2000 y ganó la jefatura del Estado en el 2001.
¿Cómo entenderlo? Ensayo tres interpretaciones. Una, gran parte del electorado nativo inclina sus preferencias retratándose en el candidato. Ansían el perdón de sus propios excesos perdonando los de su líder. Dos, desde el 2001 se impuso lo que Villena denomina el voto-veto. Es decir, se sufragó contra Alan García (quien disputó la segunda vuelta) y no a favor de Toledo. Y tres, contar con un equipo de control mediático como lo tuvo Toledo a través de Gustavo Gorriti permite (Tito Nieves dixit) fabricar fantasías.
Candidatos 2026 (o quizás 2025): recomiendo vivamente leer el libro de Daniel Vásquez.
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