Los grandes desafíos del nuevo fiscal de la Nación
Tomás Aladino Gálvez ha sufrido en carne propia la falsa denuncia, el cese abusivo, el escarnio y pudo apreciar, en el tiempo que estuvo marginado del Ministerio Público (MP) —con la ventajosa perspectiva de mirar desde fuera— las falencias orgánicas de una institución fundamental del Estado; también pudo ver las cuchipandas supremas para poner y sacar fiscales de la Nación en un “juego de tronos” con intercambio de intereses.
No es frecuente que la Providencia brinde una oportunidad como a Gálvez. Si alguna vez el golpe enseña, es cuando se asimila en primera persona, para entender que el poder fiscal no es para abusar de la indefensión, tampoco omnímodo, sino sujeto a ley; el desacato de su máxima autoridad es también el desacato institucional. ¿Cuánto sirve una institución cuyo líder máximo incumple flagrantemente la ley?
El MP, en muchos pasajes, ha sido un oxímoron perfecto. No se puede violar la ley para perseguir a quienes violan la ley.
Pocas instituciones se libran de ser infiltradas; hasta las FFAA y la PNP han sido en varios momentos víctimas de la infiltración criminal o ideológica, y el MP está perforado por intereses ligados a agendas externas o a ONG. Los profesionales más talentosos no están en el MP; la barrera de ingreso es baja, la provisionalidad lamentable.
Manuel Prado decía que en el Perú había dos tipos de problemas: “los que no tienen solución y los que se resuelven solos”, un síndrome vigente en el MP, que sigue esperando que los problemas se arreglen solos. La provisionalidad es la improvisación hecha regla y la percepción de que cualquiera puede ser fiscal, en desmedro de la justicia.
El tiempo promedio de investigaciones fiscales en el Perú es muy alto con relación a otros países. México, dos a tres años; Colombia, uno a dos años; Alemania, cuatro a siete meses; Corea del Sur, 18 meses; y Japón, tres meses. En el Perú puede tomar siete a diez años si los casos son complejos, y otros son eternos.
El 89 % de la población, según Datum 2025, desconfía de los fiscales por su ineficiencia crónica y muy baja tasa de resolución.
Entonces, la primera batalla por ganar será interna para Gálvez. No puede haber conflictos de carácter institucional con la JNJ, la PNP, el Congreso, el TC. Ello puede obedecer a agendas extrainstitucionales que Gálvez deberá decantar. El caos no es la línea de base para combatir el crimen.
Se debe fortalecer el MP frente al poder excesivo, sin duda, pero especialmente frente a ONG que “forman” fiscales o jueces. Esto implica revisar, caso por caso, la situación de fiscales deformados por organismos foráneos y con intereses subalternos.
El crimen en el Perú se ha quintuplicado desde 2020 y el MP es clave para su combate. Gálvez deberá conseguir el presupuesto solicitado, pues ninguna estrategia funciona sin recursos. Falta saber cuál es su estrategia para combatir el crimen y el incremento presupuestal deberá estar en relación con objetivos concretos, y no para disparar denuncias como Espinoza, según el estado de ánimo, que más parece orientado a sujetar personas que a derrotar el crimen.
Especial atención deberá poner Gálvez a las fiscalías alejadas de la sede central, donde cualquier cosa puede suceder.
¡Frote la lámpara, Aladino! Pero con chicote en mano.
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