Los hijos de la calle
Esta es una película de la realidad de los reformatorios de menores en Inglaterra, pero sucede en todos los correccionales del mundo, donde los menores ingresan por disposición del juez, al haber perpetrado actos antisociales, que para los mayores de edad se califica como delito, pero en el caso de menores se les sanciona con medidas de seguridad por ser inimputables ante la ley; y tiene por finalidad la reinserción del menor al grupo familiar y social con el apoyo de un equipo técnico, formado por el director, educadores, psicólogos, asistentes sociales, con el propósito de que los menores tomen conciencia que los actos que han cometido no los conduce a nada bueno, todo lo contrario son candidatos a ser juzgados como delincuentes.
La trama trata de cuatro amigos menores que prácticamente viven en las calles, superviviendo de pequeños robos, instigados por mayores de edad que son delincuentes. En una oportunidad estos menores sustraen una carretilla de un vendedor de salchichas que se encontraba como ambulante, resulta que el carro de salchichas es arrojado por unas escaleras que produce la muerte de un anciano, por lo tanto, el juez de menores decide internarlos en un reformatorio, donde se produce una serie de abusos, partiendo de los propios internos con la finalidad de hacer prevalecer quién es el que manda en el patio, cuadra, comedor, con el agravante de los tutores o celadores, que su rol es la disciplina, cuidar a los internos, darles buenos ejemplos, sin embargo, eran depredadores sexuales, violentos, que en la noche abusaban de los menores, especialmente de estos cuatro amigos, no se imponía la razón sino la sinrazón.
Estas depravaciones afectaron la personalidad de los menores, al punto que no podían dormir, tenían pesadillas, profundos sentimientos de culpa, desconfianza, dos murieron abaleados en una intervención antes de cumplir los treinta años, los otros, uno se dedicó al periodismo y el otro llegó a ser fiscal, que renunció y se fue a vivir fuera de la ciudad, decepcionado de todo por las heridas emocionales que habían marcado sus vidas. Sin embargo, el Estado no hizo nada en absoluto por ellos, ni cerraron la institución, cambiaron los nombres de los internos, como si nunca hubiese pasado nada en absoluto. Es lo mismo que sucede en el país con el Sodalicio, existe las declaraciones de los afectados, pericias psicológicas, sin embargo, el Estado, la iglesia, la fiscalía, no hacen absolutamente nada por investigar la realidad y no piensan en los niños, adolescentes que han sido maltratados para toda su vida.
El perfil psicológico de los celadores o tutores por lo general provienen de hogares disfuncionales, donde ha prevalecido, el maltrato, violencia, el abuso psicológico y sexual, repitiendo los mismos abusos con los menores a su cargo. No tienen ninguna sensibilidad, sentimientos de culpa, de ayudar a niños y adolescentes que están sufriendo por las experiencias vividas. Todo lo contrario, se vuelven sádicos, masoquistas, gozan con el dolor ajeno, parece que en la mente de estos sujetos se repite en su pensamiento “fui víctima de la violencia cuando era menor de edad, ahora a los menores indefensos les hago lo mismo”. No cabe otra explicación por sus comportamientos desalmados, existiendo honrosas excepciones contadas con los dedos de la mano.
Sigo trabajando con adolescentes, ahora mayores de edad, que han pasado por lo mismo, cuando han estado internados en hogares transitorios, en el reformatorio de Maranga y han pasado por experiencias similares; sin embargo, siguen batallando con sus demonios para supervivir en este mundo indiferente y eso es valioso, gratificante y lleno de esperanzas.
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