Los jóvenes y la corrupción
El maldito virus de la corrupción crece incontrolable. No es un bicho nuevo, es bicentenario como nuestra República. La corrupción muta, evoluciona y se fortalece por el poco interés de los gobiernos en combatirla. Este virus sigue atacando sin contemplaciones. Recientemente ha aparecido una variante que ya no discrimina y parece afectar también a nuestros jóvenes.
La corrupción ha corroído las estructuras morales de nuestra sociedad. Sus tentáculos siempre han estado a la vuelta de la esquina. Nos ha tentado permanentemente. Desde niño cuando sin darte cuenta te quedaste con el vuelto de las compras en la bodega y viendo que nadie lo reclamaba, en vez de devolverlo, decidiste quedártelo. También caíste en sus redes cuando, al pasarte una luz roja o frustrado por la ineficiente burocracia, te convertiste en cómplice de la autoridad que ofreció ayudarte.
Nuestros niños y jóvenes han crecido en medio de esta perversa normalización de la corrupción. Este dañino virus se expande en las últimas décadas por el debilitamiento de la familia y la deficiente formación en principios y valores de un modelo educativo cargado de resentimiento, rencor y odio construido sobre las bases de una “narrativa” plagada de mentiras, que no diferencia a buenos de malos, ni llama por su nombre a la subversión terrorista.
Esta generación que se mantuvo indiferente a la política y la mediocridad de quienes gobernaban, despertó de su letargo cuando fue perversamente manipulada para salir a protestar. Fueron engañados para lograr un oscuro objetivo y como un reconocimiento los etiquetaron como la “generación del bicentenario”. Hoy, en medio de su frustración y ante la crisis que los deja sin oportunidades, buscan soluciones. Por ello debemos ofrecerles opciones para evitar que, tentados por la corrupción, decidan tomar el camino equivocado.
Lamentablemente unos pocos guiados por las engañosas señales que les da la impunidad creyeron que era más fácil delinquir que ponerse a trabajar. Ganar dinero con el sudor de su frente parece haber sido descartado por considerarlo el camino largo para cumplir sus metas. Apena ver ahora a esos jóvenes que, buscando fama y dinero, salieron del anonimato al verse involucrados en vergonzosos actos de corrupción. Asumieron riesgos sin medir las consecuencias. Timbearon con la posibilidad que nada les pasaría al percatarse que muy pocos van a prisión por delitos de corrupción. Apostaron todas sus cartas a salir airosos e inmunes como la mayoría de corruptos en nuestro país. Parece que nunca se pusieron a pensar en la posibilidad de ser descubiertos y terminar en prisión.
Su juventud no será un atenuante. La corrupción los marcará para toda su vida por haber decidido navegar por las pestilentes aguas en las que, corrupto y corruptor, son ratas del mismo desagüe.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.