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Los niños de Gaza

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Fecha Publicación: 31/05/2025 - 21:20
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Hace unos días me llegó un video a mi celular que mostraba a una niña de unos 4 o 5 años, que con lágrimas en los ojos, le pedía comida a quien la estaba grabando. Ver a esa preciosa niñita, que tenía dibujado en el rostro la angustia y el miedo, no pudo más que conmoverme. Miles de videos como ese inundan las redes sociales con imágenes de niños sufrientes en Gaza, lo que retrata un drama que nos deja impotentes a quienes estamos a miles de kilómetros de distancia. Es cierto que muchas de esas imágenes o videos son manipulados como parte de la guerra de la información que se da en el conflicto israelí-palestino –iniciado en 1948– a los que se contraponen fotografías o videos de familias judías masacradas por los enfermos criminales de Hamas, a quienes no les importó un ápice arrastrar a la muerte a sus connacionales al enfrentarse a un poder militar absolutamente superior y que está dispuesto a alcanzar sus objetivos en la guerra a cualquier precio. Este conflicto es sumamente complejo, y no es mi intensión analizar sus particularidades geopolíticas o militares en estas líneas. Sin embargo, como profesional de las armas formado para resolver situaciones de alto riesgo, de crisis complejas, en fin para la guerra, tengo claro que una de nuestras diferencias con los matarifes sin ética ni escrúpulos, es que entendemos bien el precepto profesional ineludible de practicar la economía de medios así como el respeto a las vidas de los no combatientes y de los que se encuentran neutralizados o rendidos, tal como nos enseñó el Gran Almirante Grau, precursor el Derecho Internacional Humanitario (DIH) o derecho de la guerra.
Por el drama que viven los niños palestinos en Gaza, no creo equivocarme en que se ha ido más allá del legítimo objetivo militar. Como se sabe estamos ante una crisis humanitaria de enormes proporciones. Situaciones parecidas se viven en la guerra ruso-ucraniana, y en otros lugares del mundo, tal como nos sucedió a los peruanos durante los aciagos años de la lucha contra el terrorismo, cuando cientos de niños principalmente del ande quedaron huérfanos mientras el país carecía de una política agresiva para afrontar ese hecho, como sí la tuvo –y en buena hora– para aplastar a los asesinos degolladores de niños. Pienso que en este momento los grandes organismos internacionales, los gobiernos más poderosos e influyentes del planeta, deben tomar cartas en el asunto respecto a no solo la evacuación de los niños de las zonas de muerte en la Franja, sino para procurar el mejor futuro posible para esos miles de pequeños huérfanos y desvalidos que sufren los estragos de la guerra. Urge concretar una suerte de Plan Marshall para esos niños.
Justificaciones de un lado y del otro no escasearan, pero lo que no puede estar en discusión es el hecho de que no debe morir un niño más en esas zonas de conflicto, cuando vivimos una época ufanada por la innovación digital y la IA, pero en la que también se sigue asesinando con la misma o más saña que en los días más oscuros del medioevo.
Recientemente oí una noticia sobre un alto representante diplomático israelí en Europa que hablaba de limpieza étnica. Me cuesta creer que algún miembro del pueblo judío se exprese de esa manera, cuando ese mismo pueblo sufrió los más abominables crímenes a manos del partido nazi, las SS y la Gestapo. Me es difícil entender que en un pueblo que padeció las atrocidades del mayor asesino de la historia, Adolf Hitler, que ha cumplido en abril último 80 años de su cobarde suicidio, haya quienes puedan pensar así teniendo altas responsabilidades gubernamentales.
Ejemplos miles. Cito algunos. A los 200 niños de un orfanato judío de Varsovia que fueron conducidos al campo de exterminio de Treblinka junto con su director el heroico Janusz Korczak y su equipo de cuidadores, para luego ser vilmente asesinados ahí. Al filántropo inglés Nicholas Winton evacuando a cientos de niños judíos de Praga. En el libro El Proceso de Nuremberg de JJ. Heydecker y J. Leeb (Bruguera, 1978) se aborda crudamente testimonios del exterminio de la población judía. Una familia de ocho personas. Hijos pequeños. La abuela sosteniendo al bebe de un año. “El matrimonio tenía los ojos inundados por las lágrimas. El padre cogía de la mano al chico de unos diez años, le hablaba al oído. El muchacho luchaba por ahogar sus lágrimas. El padre señalo con la mano al cielo, le acaricio el pelo y pareció explicarle algo” (pág. 431). Toda la familia fue asesinada.
En memoria de esos niños masacrados por las bestias nazis, esperamos que cese el sufrimiento de los niños de Gaza.
Ante esta crisis humanitaria, el gobierno el Perú y sus instituciones públicas y de las de la sociedad civil más prominentes y representativas deben pronunciarse pronto.

Por Juan Carlos Llosa Pazos

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