Los partidos políticos... ¿se han aburguesado?
Los resultados obtenidos en los últimos procesos electorales, para elegir autoridades, muestran cómo los partidos políticos han perdido protagonismo y son desplazados por cientos de movimientos, regionales y locales, que se vienen imponiendo.
Las elecciones del domingo no han sido la excepción. Pareciera que los dirigentes de los partidos políticos, elegidos mayoritariamente en “dedocracia”, se hubiesen aburguesado y no quisieran moverse de su zona de confort. Por su inacción, han perdido contacto con su militancia y sus bases políticas ni los conocen. Algunos partidos han desaparecido y otros que habiendo sido un modelo de organización vienen perdiendo presencia, especialmente aquellos que teniendo historia de la cual sentirse orgullosos y logros importantes que los peruanos aún reconocen, no lo capitalizan para fortalecerse.
Los grandes partidos políticos se formaron, crecieron y consolidaron por tener, a nivel nacional, dirigentes leales y capaces, comprometidos con su doctrina, principios y valores, quienes en el tiempo fueron trasladando a las nuevas generaciones la emoción, respeto y admiración por el legado de sus líderes.
Algunos partidos que aspiran a ganar las elecciones generales persisten en concentrar sus esfuerzos en la capital, debilitando su presencia en las regiones y provincias, descuidando así el fortalecimiento de sus comités y bases políticas que, a pesar de su importancia, las tienen sólo de fachada para cumplir con el requisito legal y las activan en cada proceso electoral en que salen apurados a buscar gente que los represente con pocas posibilidades de éxito.
Los partidos políticos parecen haberse olvidado que en el 2021, en las regiones, cientos de miles de votos de gente decepcionada de la clase política fueron quienes llevaron a Pedro Castillo a Palacio de Gobierno.
Lamentablemente los “castillo” son el prototipo de una nueva clase política que, por su ADN, muta, cambia de piel, evoluciona, se mimetiza e impresiona con su discurso anticorrupción, movilizándose con rapidez, buscando destacar, logrando insertarse en los partidos políticos que más opción tienen en cada proceso electoral. Lo peor es que los dirigentes, sin conocerlos ni filtrarlos adecuadamente, los adoptan e incorporan a sus filas, incluso desplazando a sus militantes que, teniendo igual o más capacidad, decepcionados deciden migrar hacia otros partidos y ahora brillan con luz propia.
Los partidos políticos tienen que volver a sus orígenes, reorientando su relación con el electorado para recuperar su confianza. Deben cambiar su actitud, modernizar su discurso, predicar con el ejemplo para captar el mejor talento local disponible, formarlo, capacitarlo, promoviendo así la aparición de nuevos líderes. Si no lo hacen, la ciudadanía seguirá mirando con desprecio y poco respeto a la clase política, para alegría de los que quisieran que los partidos desaparezcan para que gente incapaz e inepta acceda al poder buscando sólo enriquecerse.
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