Los pobres sin agua
La pandemia abre canales de reflexión que deben conducir a cambios profundos en políticas públicas y en las exigencias ciudadanas.
No es posible continuar impasibles ante un Estado indolente y grasoso que despilfarra los escasos recursos que necesitamos para atender la educación, salud y seguridad nacional, especialmente para 6 millones 600 mil compatriotas pobres, que representan el 20.5% de la población, según informe del INEI.
Es antiético e inaceptable, por ello, que se haya gastado - con coimas de por medio - 6 mil millones de dólares en financiar la inservible refinería de Talara o 7 mil 327 millones de dólares en un proyecto cargado de corrupción como el gaseoducto del sur.
No menos inmoral fue, desde luego, cancelar 540 millones de soles a Odebrecht y perdonar a esa empresa 1,032 millones de soles en impuestos.
Ese dinero hubiera sido bien empleado para dotar de agua potable a un millón 600 mil peruanos que no disponen de ese servicio, según reporte del INEI.
Se estima, en efecto, que abastecer de agua a ese sector marginado costaría 1,700 millones de dólares; es decir, la cuarta parte de dinero que se está dilapidando en el gaseoducto del sur.
Los peruanos hemos visto el buen trabajo desplegado por ejecutivos honestos y eficientes en la organización de los juegos Panamericanos, donde invirtieron 1,200 millones de dólares; pero hemos cerrado los ojos ante el drama lacerante de 500 mil hogares sin acceso al agua, que obliga a las desesperadas familias a abastecerse con baldes o a través de camiones cisterna.
Ahora vivimos tiempos de oscuridad, de escándalos, intoxicados informativamente ante casos de corrupción, la clausura del Congreso o conociendo los abusos de jueces y fiscales con las prisiones preventivas, situación legal en que se encuentran unos 40 mil Internos no sentenciados, hacinados en centros penitenciarios que asemejan a depósitos humanos.
Durante varios días escuchó y veo al periodista Butters en Willax TV, reclamando concertación y acción urgente para poner en marcha proyectos de agua potable para cubrir todo el país, especialmente ahora que somos conscientes que hacerlo es indispensable para arrostrar al coronavirus.
Debemos actuar por salubridad, humanitarismo y para impulsar una nueva política que demuestre eficiencia de gobernanza, reto que pondrá a prueba a los poderes del Estado, a medios de comunicación y a la sociedad civil.