Los resultados en educación, ¿importan?
En cierta ocasión un grupo de docentes intercambiaba opiniones acerca de lo que representaba el inicio de un nuevo año escolar. Uno de ellos, entusiasmado, comentó el reto que significaba asumir un nuevo grado. De pronto, su exaltación inicial se apagó y con el ceño fruncido, antes de retirarse agregó: “me preocupa que en el grado que me corresponde, el Ministerio de Educación vaya a aplicar una evaluación nacional, por tanto, desde ya estoy medio tenso porque tengo que obtener resultados”. Obtener resultados es un objetivo legítimo, pero debe ser el último de la lista de las pretensiones del docente. Los resultados expresados en guarismos o en porcentajes suelen ser epidérmicos. Una nota alta no refleja efectivamente que el estudiante haya aprendido y una baja no siempre es señal de un mal aprendizaje. Si el foco se centra en los resultados, las actividades previstas se reducen a ese fin perdiendo su riqueza y posibilidades para lograr un ambiente propicio para la participación activa de los alumnos.
Ciertamente, en educación los resultados no obedecen a principios mecánicos. Los alumnos tienen sus propias motivaciones, intereses, limitaciones y… se cansan o aburren. Los resultados no son consecuencia única y exclusivamente de la acción personal del profesor, además del propio estudiante, influyen sus compañeros, los otros colegas, la familia y el entorno.
Los resultados en educación deben procurarse a través del crecimiento del docente tanto como persona como profesional. La medida de su desarrollo es la medida del crecimiento de los alumnos. Crecer implica abrirse a la realidad y circunstancias del grupo y de cada quien: los alumnos son como son y no como nos gustaría que fueran, en todo caso pueden ser mejores si las estrategias didácticas y las actividades se ajustan a sus necesidades y características. El esfuerzo desplegado para ese fin supone aplicar la inteligencia y el querer para lograr bienes en los alumnos.
Cuando los resultados cuantitativos se buscan por sí mismos, el docente no contento consigo mismo, al no conseguirlos, se congoja o se frustra. Los resultados también son oportunidades de aprendizaje cuando ‘no son los esperados’. Los imponderables, la libertad de los estudiantes, las decisiones tomadas ante determinadas situaciones y cuyas consecuencias no se previeron… son variables que acompañan al quehacer docente y tienen la propiedad de operar cambios en el profesor que lo ayudan a crecer y a adquirir experiencia profesional.
Al Minedu le asiste la potestad de solicitar resultados. Sin embargo, no a costa de perder de vista el foco de la actividad educativa: el crecimiento profesional y personal del docente. El alumno aprende gracias a su esfuerzo, que es estimulado cuando en la interacción con su maestro advierte que es atendido en sus dudas, acogido en su realidad e incentivado a mejorar. Ese tipo de interacción será posible cuando el profesor tenga la libertad de centrarse en el alumno. Los resultados en educación no deben ser el punto de partida sino consecuencia de la pasión del docente por enseñar y formar personas.
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