Los riesgos del referéndum
El Pleno del Congreso de la República ha aprobado por 86 votos a favor, 35 en contra y 3 abstenciones, la vuelta a la bicameralidad en la organización del Poder Legislativo, es decir, contar con dos cámaras: El Senado (60 escaños) y la Cámara de Diputados (130 escaños).
No me referiré a las enormes bondades de contar con la referida bicameralidad que es el sistema legislativo idóneo para la producción de normas jurídicas del poder del Estado que las crea por antonomasia y por eso su gran aceptación en el derecho constitucional comparado, sino, en cambio, a los riesgos de que, debiendo tener que someterse a un referéndum o consulta popular –no se consiguieron los 87 votos establecidos en la Constitución Política–, vuelva a ser rechazada por la ciudadanía.
Aunque el referéndum ha tenido eficacia para casos como el boliviano en el 2016 en que la población le dijo a Evo Morales NO a la reelección o en el Reino Unido por el denominado Brexit de ese mismo año, por el que sus habitantes decidieron salir de la Unión Europea, denotando su importante significación política, he de advertir, mirando mi ejercicio como observador internacional en diversos procesos de consulta popular fuera del Perú de que, el referéndum mal aplicado o hecho con artimaña y manipulación, podría producir una catástrofe para los elevados intereses de un país y eso me preocupa con el referéndum para la bicameralidad.
En efecto, la errada idea y muy bien cundida, lo que es más grave, de que constituirá un mayor gasto al Estado peruano, aunada a la altísima desaprobación del Parlamento Nacional –el caso del Poder Legislativo peruano no es la excepción en el mundo–, es la ecuación perfecta para que sea rechazado un proyecto realmente de enorme provecho para el Perú. Las normas jurídicas producidas con filtros de una cámara a otra evitan los carpetazos para la dación arbitraria de leyes o de normas realmente inservibles para el país, o que contravienen, reitero, con los intereses nacionales.
Por ejemplo, someter a referéndum la adhesión del Perú a la Convención del Mar, como alguna vez fue planteado, sería la muerte de la Convemar para el Perú, pues consultarle a la gente si prefiere las 200 millas del mar territorial de Bustamante y Rivero –que jamás hemos tenido–, o las 12 millas contempladas en el tratado que son más bien parte de las 200 de soberanía y jurisdicción plena, sería sumamente perjudicial para el Perú; o, el caso del pseudoreferéndum que pretende el Polisario engañando al pueblo saharaui con una pretendida independencia antes que sincerar con realismo y la verdad por delante la autonomía propuesta por Marruecos en el Sahara marroquí con competencias administrativas. Mucho cuidado, entonces.
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