Madrecita linda
Los días permanecen detenidos desde hace ya no sé cuánto tiempo. El silencio reina y es atosigante, en esta larga, larguísima espera: mamá no vuelve a casa, mamá no volverá a casa. Sus recuerdos saben a vida, saben también a bellas melodías que extienden la misma vida; es música pura para vencer todo obstáculo y sentir estar cerquita a ella. La música asperja con su sentimiento cada rincón del corazón, del alma, y las lágrimas son apenas mensajeras de un dolor interminable. El canto se hace intenso, suena dulce, melancólico, viene con el dolor que ha hurtado su melodía a la campana de la iglesia del pueblo; el coro del canto crece, pero se pierde en las voces que resistiéndose a aceptar entonan la triste melancolía: “Madrecita linda ¿Por qué me has dejado en lo mejor de mi vida? / En las alas de la muerte te fuiste / hacia la eternidad a no volver nunca / esa dulzura de tus palabras y el calor de tu cariño no encuentro / mundo tirano, parca traicionera, ¿por qué me has quitado a mi madre?”.
La emblemática canción “Madrecita linda” es bellísima, es un clásico del repertorio andino, fue compuesta por el maestro Jaime Guardia, quien con un toque de finísima sensibilidad la compuso para que hoy pertenezca a quien la cante: “Felices los seres que tienen al lado a la joya que es la madre / A ellos envidio, maldigo mi suerte porque yo no tengo a nadie / Yo de buena gana cuanto quisiera de la vida separarme / Tal vez en el fondo de un osario haya consuelo para mi alma”.
En este Día de la Madre muchos nos cobijaremos entre los pétalos de una rosa blanca, otros iremos en busca de consuelo entre la melodía de “Madrecita linda” y otros seguiremos sin entender por qué la muerte tiene que ser tan cruel al habernos quitado a nuestra madre; otros visitaremos la tumba de nuestra madre y ahí el dolor se hará todavía más intenso e interminable. Ahí nos refugiaremos con el esmirriado corazón y seguiremos buscando a mamá, con la única esperanza de volverla a ver para abrazarla y venerarla.
La fuerza de mamá, el amor de mamá, nunca, nunca nos abandonará, aunque nosotros sigamos en ese inmenso mar de lágrimas. Cantaremos la interminable fuga de la canción cuyo eco despierta al siguiente canto, que es más triste todavía, así seguiremos buscando amparo y consuelo en medio de esta eterna congoja.
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