Maduremos
El pasado viernes fue un día triste, pero también de indignación y reflexión para quienes profesamos la democracia en América Latina.
Antier juramentó como Presidente de Venezuela el déspota y criminal Nicolás Maduro, luego de reelegirse por tercera vez en comicios probadamente fraudulentos, en donde fue largamente derrotado por el candidato opositor Edmundo Gonzales, aun cuando dicho postulante tuvo que reemplazar a la lideresa de la oposición, María Corina Machado, quien fue impedida de competir a través de una triquiñuela legal.
Está claramente probado que las dictaduras de izquierda marxista que han surgido en América Latina son invulnerables a la Carta Democrática Interamericana, que tiene por objeto central promover y defender la democracia en los 34 países que la suscribieron hace más de dos décadas.
Es una paradoja que uno de los antecedentes más importantes de dicho, hasta ahora inocuo, documento sea la Doctrina Betancourt, lanzada por ese ilustre demócrata venezolano que fue don Rómulo Betancourt, por la cual se establecía que los gobiernos democráticos debían romper relaciones con los regímenes dictatoriales del subcontinente.
En el Perú tenemos que madurar políticamente para entender los alcances reales de la amenaza marxista-leninista que llegó al poder con Pedro Castillo y Vladimir Cerrón, y que, bajo la corrupta ignorancia del primero y la diestra y también corrupta batuta del segundo, hubiera conducido al Perú a una crisis interminable como aquella por la cual atraviesa Venezuela desde que asumió el poder el chavismo.
Chávez, golpista fracasado, llegó al poder porque los dos grandes partidos políticos venezolanos habían caído en el hondón de la corrupción y de la total ineficiencia en el manejo del Estado. Véase, por ejemplo, el caso del Sierra Nevada protagonizado por el Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, líder de Acción Democrática, el partido fundado por Betancourt.
La situación en el Perú es similar: los partidos que gobiernan nuestro país en las últimas cinco décadas se han convertido en maquinarias electorales al servicio de oscuros y corruptos intereses personales y de grupo, demostrando también una incuestionable ineficiencia en la solución de nuestros grandes problemas: saben robar, pero no saben administrar, y probablemente ni siquiera les interesa hacerlo.
Necesitamos una Revolución Pacífica generada por el enrumbamiento de la legítima protesta hoy existente en nuestra Patria hacia una democracia con justicia social, sin corrupción y sin violencia.
(*) Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz
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