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Maduro podría terminar como el panameño Manuel Antonio Noriega

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Fecha Publicación: 12/08/2024 - 21:30
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Enorme hermetismo es lo que domina por estos días al dictador de Venezuela, Nicolás Maduro y a su entorno corrupto como él, luego de consumar el fraude electoral del pasado 28 de julio. En efecto, la grosera proclamación del dictador venezolano por el Consejo Nacional Electoral de ese país –lo controla a su completo antojo–, como ganador del escrutinio, y por tanto, “presidente” de Venezuela por 6 años más, parece haber llevado al mandatario demócrata, Joe Biden –capaz de cualquier movida en medio de la actual campaña electoral, que permita a Kamala Harris ser ungida como presidenta de los Estados Unidos de América, o lo que sería lo mismo que ver derrotado a su rival político, el expresidente Donald Trump–, a deslizar una importante oferta para que Maduro abandone el país, y que pasa por garantizar que no será perseguido y hasta que nada le pasará en el lugar que decida exiliarse junto a su séquito cívico-militar cómplice. Aunque ahora las razones para plantear esta propuesta, se dan ante una evidencia incontrastable del referido fraude electoral que resulta intolerable aceptarla, será bueno recordar que no es la primera vez que Washington formula un planteamiento de esta naturaleza. En 2018, la Casa Blanca, en ese momento con Donald Trump como mandatario, propuso para que Maduro, siempre presidente de facto, y Juan Guaidó, en ese momento, presidente de iure, renuncien a sus cargos, para que pudieran crearse las condiciones hacia un gobierno que tenga el único objetivo de encausar a Venezuela hacia la democracia que hoy aún no tiene. En las circunstancias actuales sería para que Edmundo González Urrutia, incuestionable vencedor del proceso electoral, pudiera contar con la cancha libre para asumir el mandato que abrumadoramente le ha concedido el pueblo venezolano. La oferta de Biden, si acaso es rechazada por Maduro -tendría plazo hasta el 5 de noviembre, día de las elecciones en Estados Unidos-, podría significar la decisión estadounidense de bajarle el dedo y disponerse a una invasión militar con el objeto de apresarlo y llevárselo preso como hizo con el general Manuel Antonio Noriega, en 1990, entonces presidente de Panamá, e involucrado hasta los huesos en el delito de narcotráfico con perjuicio para Washington y su pueblo. La disuasión política estadounidense acabamos de verla hace muy pocos días cuando la administración demócrata soltó por X (ex Twitter) que “se está acabando la paciencia”. Aún cuando Rusia ha anunciado el desplazamiento de su flota hacia las costas venezolanas, a Washington no creo que lo pudiera inmutar, siendo capaces de desplazar hasta el Darién, buques destructores, barcos de combate, aviones y helicópteros, como ya hizo en 2018. Aunque no se ha conocido ningún comunicado oficial confirmándolo, queda claro que la noticia de la posible oferta es un claro mensaje disuasivo. En cualquier escenario de percepción, lo cierto es que el objetivo habría logrado su cometido por estos días, pues el nerviosismo entre Maduro y los militares que sostienen el régimen, pareciera estar removiéndolos. Con una salida que contemple ciertas indulgencias políticas y punitivas para Maduro y sus compinches, éstos no deberían despreciarla. Aunque está proscrito por el derecho internacional una eventual invasión militar –con la cual estoy en desacuerdo-, que no surja de las entrañas del Consejo de Seguridad –nunca se dará porque Rusia y China la vetarían–, poco o nada importará al pragmatismo del núcleo duro de los actores de fondo estadounidense. Maduro lo sabe y cruza los dedos.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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