Maestra que inspira
Ella es maestra en una pequeña escuela en las afueras de Lima. Ayer, sus estudiantes la saludaron y le dedicaron un hermoso y sentido canto por el Día del Maestro, su sonrisa brilló tanto que suplió al ausente sol, quien olvidó asomarse a su precaria aula. De las familias de sus estudiantes va aprendiendo a sobrevivir si eres parte de los olvidados, de los ignorados.
Ella, a través de la inmensa ventana de su aula, cubierta por una opaca lámina de plástico, que más parece velo húmedo que retrata los sinsabores de la vida, mira al cielo una y otra vez, observa el horizonte con absoluta claridad y reafirma su misión de esforzarse al máximo para que sus niñas y sus niños sean personas de bien y formen parte de una ciudadanía capaz de revertir este triste e injusto estado de cosas. Entonces, recuerda el poema de Horacio Zeballos Gámez: “Maestra / cuando te miro / me acuerdo que estoy venciendo / y no tengo miedo a los descuartizadores / de la luz y el canto”, y siente que su corazón late a esperanza, eso la tranquiliza.
Su escuelita, a donde debe llegar muy temprano para acondicionarlo, es la expresión viva de la indiferencia, el agua de la lluvia inunda todo; el techo de calamina más parece una cómplice coladera de malas vibras. Finalizada la ceremonia de la clase debe extender sus atenciones a los sufrientes muebles oxidados a quienes brinda refugio en uno de los rincones del aula, sabe que debe cuidarlos y curarlos. Al marcharse del aula se despide de las débiles paredes de apolillados tablones y cartones.
Antonio Machado es genial en la descripción anticipada: “Una tarde parda y fría de invierno. / Los colegiales estudian. / Monotonía de lluvia tras los cristales”. En esa escuelita la sonrisa de sus estudiantes y su sonrisa son portadoras del calor humano suficiente para hacer retroceder a las más frígidas tempestades de la naturaleza y del hombre. Por su cabeza se le cruzó muchas noches la idea de renunciar al trabajo de maestra, pero su amor y la nobleza de su corazón pueden más.
Los días transcurren así y las mañanas más parecen interminables tardes donde el golpe del agreste clima que muestra sus dientes de rabia es apenas reflejo de cómo tratan los responsables a la escuela pública. “No esperes nada del gobierno” le dijeron un buen día sus padres. Ella sabe quiénes tienen sus corazones fríos e insensibles, que se mantienen vivos con inteligencia artificial por lo tanto sabe a quiénes enfrentarse, motivo más que suficiente para seguir trabajando por la patria y lo hace como una maestra que inspira siempre.
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