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Magnolia

Fecha Publicación: 21/06/2024 - 20:50
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El nuevo libro de la poeta iqueña Patricia Denegri llega como cálida aura en estos frígidos días. Los versos muy bien trabajados en cada uno de los poemas son vértices transparentes de un universo distinto, único, donde la poeta muestra el alma y ofrece el corazón, intimista de principio a fin, confesión de parte, pero sobre todo un interminable diálogo con su propio yo. “Mis ojos han caído pero mi mirada quedó arriba”, dice la poeta como describiendo el escenario de los hechos donde plasma su obra, en cuyo fondo imagino que se erige una escalera que une sueños, cuya sombra proyecta colores fuertes muy parecidos a las penas de quien de a poco va perdiendo la esperanza o de a gotas la recobra.

“Magnolia” es el nombre que embellece más al libro y su lectura rebela que la poeta lo escribió bajo el sol, bajo la lluvia, de pie, a veces sentada, a veces soñando y a veces profundamente dormida y cuyo resultado es una filigrana de versos que más se parece a una puerta de salida por donde encuentras un halo de luz o la sonrisa de una estrella. “Magnolia”, “es pura y es blanca y es graciosa y es leve, / como un rayo de luna que se cuaja en la nieve, / o como una paloma que se queda dormida” tal cual como los versos del poema de José Santos Chocano.

El poemario es un confesionario libre de prejuicios, libre de deformes hexágonos en miradas extrañas y sin sentido: “No quiero que me despierten / no quiero que me hagan dormir” dice la poeta y resuena como mandato de quien urde versos veinticuatro por veinticuatro horas y está dispuesta a alargarlas si fuese necesario, porque para nuestra poeta su vida es un espacio donde se pierde después de haber caminado por sus rutas, donde piensa que nada es fácil y nada difícil y donde siente que todo es nada y nada es todo.

Las ilustraciones de la portada y de los interiores son obras del pintor amazónico Gino Ceccarelli y no hacen más que conjugar, con el viento a favor, para que quien lee haga una pausa, brinde una copa de vino y continúe con el deleite de los bellos poemas. Debo admitir ante ustedes, que, al leer el libro se extendió ante mí una partitura cuya melodía regocija mi espíritu, aunque este señale que está herido. ¡Bienvenida a esta albricia para el alma!

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