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Malena Prado

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Fecha Publicación: 18/09/2022 - 22:00
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El brillo en la mirada, la sonrisa y la puntualidad son excelentes puntos de partida para la conversación con Malena Prado, por su trabajo como decoradora, dedicación en la que tiene quince años creando espacios de armonía, elegancia y comodidad, al entregarlos recibe como justo premio “clientes satisfechos y también nuevos amigos”. Los antiguos también le comisionan encargos, ellos y los que se convertirán en antiguos saben que desde el momento que acepta el proyecto la obra se desarrollará en confianza y comodidad, compartiendo ideas, sugerencias y decisiones, de modo que concluida “mi trabajo es su casa, el reflejo de su esencia, modo de vida, sus gustos, aficiones. Un resultado con posibilidad de crecer y transformarse. No una imposición de mi gusto”. Este modo de trabajo, me dice, genera amistad, la relación y comunicación establecida “nos permite escoger piezas, colores y estilos que modulen atmósferas con personalidad, atmósferas que disfrutan. Si después desearan cambios seguramente me llamarán para elegir el nuevo tapiz del sofá, color de la pared o la forma y tamaño de los cojines”. Y sin duda un cliente agradecido es el mejor comunicador de su exitoso trabajo.

Pregunto por sus clientes. Tiene quienes como ella marcan preferencia por una decoración de tono minimalista y con entusiasmo señala a un sector muy especial de “jóvenes que están recuperando su país”. Pregunto, hablamos de un estilo peruano. No tanto, contesta. Pero puede comentar entre sus clientes la presencia de jóvenes, parejas y familias que han ampliado su opción con una apertura hacia lo popular, lo cholo urbano en temas como el color de los afiches, las grafías de coliseo, la frazada de los tigres y la música selvandina que ya son parte de sus salas y sus fiestas. Temas y procedencias que “hasta hace poco se veían a menos hoy son incluidos como pedido. Ahora, comenta Malena, “quienes van por el minimalismo, gusto de época, también escogen como acento o detalle piezas de valor por su antigüedad, ser recuerdo de familia o inesperados rescates vintage”. Imagino, son clientes que ya no se afanan por el gran cuadro cusqueño o el importante armario barroco para guardar los estribos de plata, licores, copas, el equipo de música y ese huaco que todos sabían cuánto costaba. Moda que se instaló en casas y departamentos. Ese “rescatar su país”, digo, es caso similar en el vestir. La promocionada ola de las telas artesanales, los teñidos naturales y tradicionales bordados regionales ha traído prendas que dieron el salto del campo al salón. El tiempo dirá si es un asunto pasajero o si junto al marco dorado hoja de laurel se está abriendo una mirada hacia el Perú, repitiendo lo que dijo Malena, “están recuperando su país”, un Perú que se mantuvo lejano como motivo de decoración y moda. Pero hubo quienes nunca lo olvidaron.

Ella no olvida que con Armando Arana aprendió a organizar el espacio, con Cecilia Newton a ser atrevida, expresarse sin miedo, con Bey Seligman Dibós de materiales y colores. “Siempre estoy aprendiendo. Con el carpintero, el electricista, el pintor, siempre tengo algo que aprender”. Tampoco olvidó que fue un éxito su primera incursión en el comercio. Trajo una colección de piezas de Bali, “la vendí completa, gané cobrando el precio justo”. Yo gané una gratísima mañana y la gran sorpresa cuando me muestra el libro con fotos de novias vistiendo trajes diseñados por Edith de Lisle. Lo publicaron en Londres los hijos, de la fina diseñadora trujillana. Hay dos fotos de Malena que luego me muestra otras dos hermosamente enmarcadas. Recordamos, fuí el único que la fotografió en su matrimonio. Gracias, Malena Prado.

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