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«Manteneros en pie ante el Hijo del hombre»

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Fecha Publicación: 30/11/2024 - 20:20
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Queridos hermanos, ¡feliz año litúrgico! Comenzamos un nuevo ciclo con el Adviento, una época de esperanza y preparación para recibir al Señor. Este tiempo nos recuerda que Dios viene para salvarnos; es el Dios que se hace cercano, humilde y pobre, un Dios que quiere transformar nuestras vidas.
La primera lectura, del profeta Jeremías, nos invita a “despertar”. Jeremías nos llama a salir de nuestra comodidad, de esa zona consumista en la que muchas veces vivimos instalados, olvidándonos de lo esencial. Nos queda poco tiempo en esta vida, y el Adviento nos ofrece la oportunidad de reflexionar y prepararnos. Como decía San Bernardo, existen tres venidas de Cristo: la primera, cuando vino esencialmente al mundo; la segunda, intermedia, que ocurre cuando escuchamos el anuncio del kerygma, el perdón de los pecados, y dejamos que Cristo nos transporte al cielo; y la tercera, su venida definitiva al final de los tiempos.
Frente al vacío y la superficialidad que nos rodean, el mensaje de Adviento es claro: Dios se hace niño, pobre y cercano para salvarnos. Jeremías nos lo recuerda al decir que “el Señor es nuestra justicia”, aquel que hace justicia contra nuestros adversarios, especialmente contra el demonio, que nos engaña y roba nuestra paz diariamente.
En respuesta, rezamos con el Salmo 24: “Enséñame tus caminos, Señor, instrúyeme en tus sendas”. Este es un llamado a confiar en Dios, que no solo nos muestra el camino, sino que también guía a los pecadores y camina junto a nosotros con rectitud. Dios no es un sueño lejano ni un pensamiento abstracto; es Emmanuel, Dios con nosotros, que se encarna para estar presente en nuestras vidas y guiarnos hacia su justicia y su amor.
La segunda lectura, tomada de la Primera Carta a los Tesalonicenses, nos habla de la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. Esto significa que Cristo vendrá acompañado por aquellos que han creído en Él y han vivido su fe. Dios nos llama a creer ya confiar en su poder para salvarnos, especialmente en este tiempo de crisis marcado por guerras, conflictos y una pérdida generalizada de valores. Vivimos en un mundo donde el dinero y la ambición están destruyendo nuestras relaciones y empobreciendo nuestras almas. Por eso, el Adviento es una oportunidad para renovar nuestra fe y trabajar por una generación más justa y solidaria.
El Evangelio de San Lucas nos habla de los signos de los tiempos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustiada de las gentes”. Estas palabras resuenan en nuestro presente, donde enfrentamos fenómenos naturales como tormentas, inundaciones y terremotos que nos generan ansiedad y miedo. Sin embargo, estos también signos nos recuerdan que el Hijo del Hombre vendrá con gran poder y gloria. Cristo viene a liberarnos, a traer su salvación y darnos una esperanza nueva.
Por eso, Jesús nos advierte: “Tened cuidado de que vuestro corazón no se embote con juergas, borracheras y preocupaciones de la vida”. Esto incluye cualquier actitud o hábito que nos aleje de Dios: el amor desmedido al dinero, el egoísmo, la indiferencia, y todo aquello que soporta nuestro corazón y nos impide vivir con plenitud. El Adviento nos llama a despertar, a vivir en vigilancia y preparar nuestro corazón para el Señor que viene.
Hermanos, este nuevo año litúrgico es una oportunidad para comenzar de nuevo. ¿Qué le vamos a pedir al Señor en este tiempo de Adviento? Pidámosle una vida nueva, una vida que tenga trascendencia y sentido, una vida que mire hacia el Reino de los Cielos. La vida que hemos llevado hasta ahora, si está centrada en lo material y pasajero, no basta. El Reino de Dios está cerca, y debemos prepararnos para recibir al Rey que se hace pequeño, humilde y cercano, para que en nosotros se dé una nueva creación.
Feliz Adviento a todos. Que este tiempo sea una verdadera preparación para la venida del Señor y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros. Por favor, rezad por mí, que lo necesito. ¡Gracias y adelante con esperanza!

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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