Marchas y contramarchas
Andrés Oppenheimer, talentoso analista político, comentó la reunión celebrada entre los gobernantes de España, Brasil, Chile, Colombia y Uruguay, denominada “cumbre sobre la democracia”.El analista sostuvo que en la declaración final del evento los cinco mandatarios exigen una “diplomacia democrática activa” en la región, pero omitieron deliberadamente referirse a las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba, países donde se violan sistemáticamente los derechos humanos.
Así lo han denunciado todos los organismos humanitarios —sí, todos—; y las comisiones de derechos humanos de la OEA, la ONU y la Unión Europea. Más aún, la Corte Penal Internacional investiga a Nicolás Maduro por crímenes de lesa humanidad; es decir, por torturas, encarcelamientos y asesinatos, pero también por provocar el éxodo de 8 millones 300 mil compatriotas suyos, que han huido de la represión, del desempleo y el hambre.
Sin embargo, todas las imputaciones quedan en palabras, en papeles mojados en tinta, porque la mayoría de gobiernos democráticos no han suspendido o roto relaciones diplomáticas con esas sátrapas.
Tampoco lo hicieron cuando Maduro perdió abrumadoramente la elección presidencial del 28 de julio de 2024, que ganó con 70 % de votos el opositor Edmundo González. Se limitaron a tachar al líder chavista de “mandatario ilegítimo”, pero conviven con él y, así, lo legitiman ante la comunidad internacional.
En ese contexto, tampoco se han aplicado sanciones económicas, financieras o comerciales contra ese régimen que, previsoramente, tiene vínculos de primer nivel con potencias extracontinentales como Irán, Rusia y China, que le brindan apoyo político, militar, económico y financiero.
Más aún, la OEA no se atreve a convocar una reunión extraordinaria para analizar los efectos devastadores provocados por el chavismo no solo en su país sino en toda la región. Demostrando su burocratismo, soslayan cualquier reunión en ese sentido, desoyendo múltiples peticiones. Entonces, nos preguntamos, ¿para qué sirve la OEA?
Sería importante que nuestro país tome la iniciativa para impulsar la convocatoria a una reunión extraordinaria del organismo hemisférico, petición que, con seguridad, contaría con el respaldo de Estados Unidos, Argentina, Uruguay, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Paraguay y República Dominicana.
Nunca olvidemos que el silencio es complicidad, cuando no una manera perversa de proteger organizaciones criminales convertidas en gobiernos. El presidente norteamericano, Donald Trump, se comprometió a adoptar medidas firmes, severas, contra el chavismo. Entre otras decisiones, anunció suspender la licencia a la empresa norteamericana Chevron para que explote los yacimientos en la franja del Orinoco, que representan un 32 % de los ingresos presupuestales de Venezuela. Pero, tres semanas después, el mutante Trump volvió a autorizar las operaciones de Chevron. Increíble, ¿no?
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