María Corina Machado y la independencia venezolana del siglo XXI
Hoy es un día muy especial en la historia bicentenaria de Venezuela. Sea la República de Venezuela como fue su denominación inicial desde el 5 de julio de 1811 hasta la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999 o como fue llamada por el comandante presidente, República Bolivariana de Venezuela, con el lapso entre 1864 y 1953 en que se denominó Estados Unidos de Venezuela; sin embargo, es una completa paradoja de que, en esta fecha emblemática, el pueblo hermano de Venezuela, en cuyo territorio nacional cada vez son menos los que viven -han emigrado cerca de 8 millones en el último cuarto de siglo con una población que llega a los 30.5 millones de habitantes-, al tiempo de recordar la gesta libertaria del yugo de España, con la firma del Acta de la Declaración de la Independencia en la célebre Capilla Santa Rosa de Lima de Caracas por los representantes de siete de las diez provincias de la entonces Capitanía General de Venezuela, tenga en cuenta la ciudadanía llanera que en pleno siglo XXI tiene otra libertad por conseguir, es decir, la del pueblo secuestrado por una banda de demagogos que asaltó al Estado con mentiras de una revolución para los más pobres, aprovechándose del rechazo social imperante respecto de una clase política dominante -había terminado el gobierno de Carlos Andrés Pérez, completamente desprestigiado-, que no había conseguido la verdadera redistribución de la riqueza en un país que gratificado por las bondades de la naturaleza de contar petróleo en abundancia, empezaba a mostrar los signos diferenciados entre pocos ricos y muchos pobres.
Para la banda con su jefe de hoy, Nicolás Maduro, ese contexto fue prácticamente en plato servido para mantenerlo en acto marginal al derecho, coartando todo el tiempo al pueblo que, más bien en una fecha como ésta, de enorme significación en la vida nacional venezolana, debe llevar adelante el desencadenamiento de la dictadura porque ya ha quedado demostrado por innumerables intentos por apoyos externos fracasados, que la anhelada libertad no se conseguirá si acaso no surge de las entrañas mismas de los venezolanos, tal como lo hicieron los próceres en 1811.
El reciente desdén por la democracia de Maduro y sus compinches de la cúpula cívico-militar corrupta que lo sostiene, decidiendo grotescamente la inhabilitación de la valiente María Corina Machado en su camino a postularse para recuperar la democracia por elecciones limpias, es la tarea del pueblo y de su clase política opositora que, espero, haya aprendido la lección del valor de la unidad.
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