Mariposas que vuelan muy alto
Hace unos días se recordó el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Una fecha para llamar a la conciencia de todos sobre la violencia que hoy en día siguen sufriendo miles de mujeres y niñas alrededor del mundo, y para combatir la discriminación que sufren las mujeres y que está profundamente enraizada en todo el mundo.
Un 25 de noviembre de 1960 los esbirros del dictador dominicano Rafael Trujillo asesinaron brutalmente a tres hermanas, Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, activistas políticas que clamaban por eliminar las injusticias, la violencia y los maltratos hacia las mujeres totalmente normalizados en ese país y derrocar a un régimen que, en 30 años, mató a 50 mil personas. Sus cuerpos fueron hallados al fondo de un barranco, en el interior de un coche. Todo se había planeado para que pareciera un accidente, pero las evidencias demostraron después que fue un crimen. Las secuestraron, las mataron a golpes y las arrojaron junto con un coche a un abismo de la zona.
En 1981, en el primer encuentro feminista de América Latina y El Caribe, se propuso celebrar el día contra la violencia hacia la mujer el 25 de noviembre. En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en su honor la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer.
Minerva, Patria y María Teresa utilizaban un nombre en clave: las mariposas. Desde entonces, su vuelo por estos vastos parajes latinoamericanos está asociado a la lucha por eliminar la violencia contra la mujer, que va en aumento. No es raro en una sociedad global en donde impera la violencia en múltiples formas y bajo toda clase de subterfugios.
La mujer debe tomar el control de su presencia en la vida personal y social, en la construcción de sus alternativas vitales y de su propio e irrenunciable destino en libertad. Empoderarse se dice en un calco explicable del inglés y del lenguaje de las élites sociológicas y políticas, que son expertas en manipular y segregar. Pero no necesitamos esa palabra. Lo que sí hace falta es compromiso con esa lucha que como todas empieza por casa, sin exclusiones, sin estridencias, desterrando el machismo que impera en las familias, célula básica para que las células más grandes hagan lo propio.
Las mariposas le han dejado un legado no sólo a las mujeres sino a los hombres. Han volado muy alto para que nadie las deje de ver y para que su ejemplo y su lucha sean como un arcoíris de hospitalidad y consecuencia.
Pese a todos los discursos, las mujeres siguen sojuzgadas, cercadas, violentadas. Y ya que el esfuerzo de los Estados y las sociedades hace muy poco, queda el esfuerzo individual: yo y mi entorno. Que no haya en él abusos, discriminación, maltratos. Al fin y el cabo, todos tenemos una madre y muchos una esposa, una hermana, una hija.
André Piettre escribió que la mujer ha nacido para el sacerdocio de la belleza. La belleza de la lucha, de la reivindicación, de todos sus derechos conquistados.
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