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¡Más gasolina al fuego!
En seis semanas este régimen comunista/senderista cumplirá un año a cargo del país. Los resultados son absolutamente catastróficos para la inmensa mayoría de peruanos. En particular para esas clases media y baja, porque han perdido lo poco o mucho que habían generando como patrimonio, gracias a la bonanza que produjeron los años de indiscutible progreso socioeconómico comprendidos entre la década del noventa y la primera de este milenio. El dinamismo que alcanzara nuestra economía en aquel periodo, particularmente entre los años 2006 y 2011 bajo el gobierno de Alan García, redujo la pobreza en cincuenta por ciento. Y ese mismo indicador, medido entre 2004 y 2019, registra que la miseria en nuestro país se redujo en 58%. Asimismo, semejante progreso permitió que el Perú superase, sin problema alguno, aquella fenomenal crisis mundial que empezó en agosto 2008 y duró un par de años. Este contraste permite traslucir la incapacidad de la izquierda peruana para administrar una nación, de por sí compleja, dentro de una globalización socioeconómica como la que impulsa el planeta desde comienzos de siglo. Un sistema donde prima el bienestar en las sociedades y destaca la capacidad de cada país para competir en el arduo ejercicio de conducir al mundo por la senda del desarrollo. Concretamente un mecanismo propio para generar progreso, consecuentemente bienestar; y válido salvavidas para combatir la pobreza.
Pero el comunismo tiene su agenda propia que va en sentido contrario a esa realidad. Lo comprobamos desde el primer día en que el impresentable gobierno comunista que preside Castillo iniciase una sistemática destrucción de nuestro aparato estatal, con el fin de convertir al Perú en republiqueta comunista. Hipócritamente, “para transformarlo en un país rico, sin gente pobre”. Al final del día, aplicando esta lógica comunista, ha ocurrido todo lo contrario: un país pobre sin gente rica. Cuando lo único evidente es que el Perú ya era una nación camino al desarrollo pleno cuando este gobierno –más bien desgobierno- la tomase por asalto, ayudado por un jurado electoral cómplice del plagio que algún día se demostrará. Desde entonces –va a hacer ya un año- el Perú se ha empobrecido como jamás se recuerde. Nos hemos quedado estancados en una bastarda lucha de clases, un repugnante complejo de inferioridad y un resentimiento social lacerante que, como lo demuestra la historia, son los principales generadores de la miseria, el atraso y consecuentemente, del malestar y el fracaso de las sociedades.
Pese a las advertencias este régimen procomunista/senderista insiste en “agudizar las diferencias” entre ricos y pobres -como manda la estrategia marxista para exacerbar el malestar- con el propósito de someter a la ciudadanía a sobrevivir del subsidio que le dé papá gobierno a través de la metodología del “bono”, que obviamente acabará en manos de quienes palmoteen al tiranuelo de turno. Las próximas semanas y meses atestiguarán el agravamiento de la crisis económica que soporta el Perú, con índices de inflación cada día más dramáticos. ¿Cuál será la táctica de este desgobierno de bolcheviques para sofocar el incendio? ¡Echar más gasolina al fuego!