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Ayer celebramos el Día Internacional de la Mujer, en medio de reconocimientos masivos de los derechos conquistados por ellas, pero también de constataciones que los logros alcanzados no son aún los suficientes como para llamarnos una sociedad equitativa e inclusiva, de igualdades plenas entre hombres y mujeres. Son estos altibajos existentes en la sociedad los que explican que la lucha por la equidad de género seguirá siendo el anhelo largamente acariciado. Pero algo hemos avanzado, hay que reconocerlo.
Según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística e Informática, en el Perú las mujeres casi bordean los 16 millones de la población total, siendo la otra mitad la conformada por los hombres. Cerca del 79 % de mujeres viven en las zonas urbanas del país, mientras que poco más del 21 % lo hace en las zonas rurales, experimentando inequidades que no solo vienen de exclusiones históricas en las relaciones de poder, sino por efecto de las carencias propias de dichas zonas alejadas del desarrollo social y económico, en las que las tasas de desigualdad son más visibles y perniciosas para las mujeres del campo.
Las mujeres han sido tradicionalmente víctimas de una cultura machista y hegemónica de nuestra sociedad que llegó, en los hechos, a instrumentalizarla, negándole derechos hasta muy entrado los años del siglo XX. Desde entonces los esfuerzos realizados por las organizaciones e instituciones defensoras de los derechos de la mujer están logrando, en mucho, sensibilizar la opinión de una sociedad que durante siglos consideraba que los roles de la mujer eran aquellas destinadas solo a su condición de ama de casa, otorgándole adjetivos de gratitud a su posición de sumisión como llamarla mujer abnegada, sacrificada, heroína, tanto que se acuñó la frase que aún se sigue utilizando “detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”.
La lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el Perú actual no es fácil. Sigue siendo un tremendo desafío que nos compromete a todos, empezando por los padres que debemos poner fin a los roles diferenciados de nuestros hijos en razón a su condición de hombres o mujeres. En la medida que se superen los estereotipos y ese fetichismo existente de una cultura machista que subyace aún en la conciencia colectiva de nuestra población las mujeres en el país podrán alcanzar la equidad por la que luchan y, consecuentemente, el derecho a vivir en paz y sin violencia.
Según diversas encuestas realizadas en el medio, tratando de encontrar las respuestas más recurrentes de ellas, como protagonistas en esta desigual lucha con la sociedad, encontramos que las mujeres lo primero que buscan es el respeto a su libertad, para lo cual les es indispensable acceder a su independencia económica. Ya son otros los objetivos que ellas persiguen en sus vidas, muy lejos de ser consideradas como “amas de casa abnegadas”. Buscan ser profesionales, empresarias, ejecutivas, mujeres de acción. Los tiempos han cambiado, sin duda, pero siempre es insuficiente en el camino de la equidad y la justicia.
Ciertamente que la realidad va cambiando para bien, lentamente, pero aleccionadora al fin. Se ve en las nuevas relaciones laborales, en las cuales los accesos a cargos de dirección son cada vez más frecuentes para las mujeres, en razón a sus capacidades personales y profesionales. En los hogares también se están viendo los cambios de actitud entre las parejas, empoderando el nuevo rol independiente de las mujeres. Las nuevas generaciones así lo están entendiendo, con lo cual las obligaciones compartidas ayudan a seguir obteniendo las reivindicaciones ansiadas, por siglos, por las mujeres de nuestro país. A todas ellas, por su día, nuestro saludo y gratitud y de manera especial a las juezas del Perú.