Más sobre mis metamemorias
He relatado cómo era yo un aprista -mejor dicho un criptoaprista, un aprista oculto- en el conservador colegio de la Recoleta de los años cuarenta. Solo había conmigo otro correligionario, Javier Eduardo Cheesman Jiménez -hijo de un contralmirante-, quien terminaría de sacerdote del Opus Dei. Era un fanático de nuestra causa.
El mismo fanatismo -aplaudido por mí- que lo llevó a ordenarse sacerdote en la Orden liderada por Jose Maria Escrivá de Balaguer. Relato esto pese a que Javier Eduardo falleció hace años. Éramos colegialmente integrantes de un cenáculo historiador del Perú, dirigido por el eximio embajador Alfonso Benavides Correa. Era un seminario colegial titulado “Peruanidad”. Fuimos alumnos intachables premiados anualmente, pero al salir a las calles rumbo a nuestras casas repartíamos octavillas filoapristas, muchas de ellas manuscritas. Acabado el colegio seguimos nuestros rumbos, él al sacerdocio, yo, a la abogacía. Javier Eduardo, mantendría en secreto su filiación pero me confesaría que subsistía su filoaprismo. Llegó empero a decirme que no existía incompatibilidad entre el pensamiento aprista y el católico del Opus.
Fue lo que él me reiteró en nuestras entrevistas en su convento limeño. Retrocedo. Dejamos de vernos varios lustros. Pero no habíamos cambiado nada psicológicamente. En el año 1950 era yo, en la Católica un aprista solitario, pero, magnifico alumno. Mi tesis de bachillerato titulada “La Responsabilidad Constitucional del Jefe de Estado” (1957) ha sido considerada hasta hoy como la mejor sobre la materia allí presentada. Mi activismo aprista subversivo e iconoclasta no me impediría ser cum laude con mi tesis. Desde el cincuenta me zambullí en el clandestinaje del PAP, sin perturbar mis actividades académicas.
Paralelamente así busqué la dualidad con las catacumbas. Pero vino una gran desilusión. Salió de la cárcel Ramiro Prialé, ex Senador aprista. Me pusieron en contacto con él y si bien trabajé bajo sus órdenes era un reaccionario con un pensamiento a la retaguardia de Javier Eduardo Cheesman. Yo, como mozo veinteañero, escogí seguirlo, porque era una cabeza visible e histórica del PAP. Mientras los compañeros queríamos una candidatura presidencial liberal y pro aprista, la de Fernando Belaunde Terry, Prialé, auspiciaba los reaccionarismos de Lavalle o Prado. Terminó derrotado Fernando Belaunde, entonces un gran proaprista. Hablaré ucrónicamente. Si hubiéramos apoyado a FBT, su sucesor habría sido Víctor Raúl. Prialé torció la historia.