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¿Mato por la democracia?

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La ira de los ilegales.
Fecha Publicación: 28/06/2021 - 21:30
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Equivocan el rumbo los activistas políticos del pensamiento conservador cuando, en nombre de la democracia, dirigen un ataque visceral, irracional e inaudito contra la propia institucionalidad democrática que dicen defender.
Equivocan el rumbo los activistas radicales de izquierda cuando, en nombre de la igualdad, postulan destruir el modelo político y de crecimiento económico vigente los últimos 30 años, ese mismo que les permitió llegar a la final electoral y hoy casi casi tomar el control del gobierno central. ¿Qué modelo alternativo proponen? Un salto al vacío, a la nada, hacia un pasado que ya demostró su incapacidad para cambiar la vida de los peruanos.
Equivocan el rumbo quienes pretenden convertir sus deseos íntimos en realidad, como si imaginarla bastara para cambiarla, como si los procesos históricos y sociales ocurriesen por generación espontánea, como resultado de una especie de big bang social. ¡¡¡Noooo!!! Los mitos fundacionales, como el acto creador occidental de Adán y Eva, o su versión incaica de Manco Cápac y Mama Ocllo, recrean los orígenes de manera didáctica, pero no reemplazan la realidad misma. ¡Por Dios! Mi hija de nueve años distingue perfectamente ambas dimensiones. ¿Qué nos pasa?
Ocurre que los críticos al sistema que se encuentran en ambos extremos del espectro político aciertan en señalar que las fisuras del modelo exigen una estricta revisión y una profunda reforma de las reglas de juego que nos sirvieron hasta hoy para convivir. Pero reconocerlo no significa que tengamos que destruirlo para comenzar de cero, como si nada de lo avanzado sirviera. Eso es tan absurdo como pensar que vivimos en el mejor de los mundos y que nada debe cambiar.
El reto es buscar acuerdos y puntos en común. El reto es tender puentes. El reto es iniciar pactos y diálogos. El reto es ir en contra del conflicto y su sinrazón. El reto es enfrentar los radicalismos con salidas concretas, con propuestas realizables, con política pura y dura, con nuevos pactos políticos y nuevas alianzas que permitan gobernabilidad; le guste o no a los anacrónicos de siempre, le guste o no a los retrógrados del ayer, le guste o no a quienes creen que los privilegios están por encima de los derechos fundamentales, le guste o no a quienes no comprenden aún que el Perú pertenece a todos los peruanos, y que nuestra sangre tiñe de rojo y por igual, estés a la derecha, a la izquierda o al centro del escenario político.
El peor enemigo que debemos vencer como Estado Nación en formación y refundación es aquel que, sin importarle la verdadera patria, es capaz de sacrificarnos a todos en nombre de ella. Nada más fanático, ridículo y desatinado que destruir la institucionalidad democrática en nombre de la “democracia”. Si algo viene demostrando esta “débil” y “frágil” institucionalidad es que está aprendiendo a defenderse de sus enemigos, a pesar de que sus propios fundadores pretendan convertirse hoy en sus verdugos.

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