Me representas, te voto

Las primeras controversias en la democracia se suscitaron en Inglaterra, entre quienes estaban a favor de mantener las prerrogativas reales y aquellos que propugnaban trasladar el poder político a los electores, necesariamente propietarios, en virtud de la novísima teoría defendida por John Locke y otros pensadores que suponían que todos los electores eran iguales y que el ciudadano votaba por los candidatos que mejor representaban sus intereses, necesidades y tendencias. Así nace la democracia representativa, eje esencial de lo que hoy entendemos por democracia constitucional, que consiste en el respeto a la voluntad popular dentro del cauce establecido por la Constitución.
Por eso, el voto no debería responder a la simpatía por una determinada propuesta aislada, al carisma postizo del candidato fabricado, tampoco a la apabullante cobertura que algunos medios de comunicación suelen otorgar a los representantes solapados de causas rentables para sus dueños. Ello reduce la calidad de la democracia, distancia a los elegidos de los electores y deslegitima la representación, pues quien decidió su voto por una sonrisa o en la cola de la mesa electoral pierde todo compromiso por su decisión apenas llegan los primeros resultados. El cambio de camiseta puede sorprender a cualquier veedor europeo, pues la inmensa mayoría no concibe relación alguna entre la perspectiva ideológica votada y su propia realidad.
Por eso es importante que las agrupaciones electorales, y en especial los partidos serios y programáticos, impulsen campañas en torno a las ideas que realmente defienden y no al ritmo del marketero frívolo. Ante la enorme e insulsa oferta electoral, será indispensable hablar fuerte, definiendo posición en los temas fundamentales: modelo económico, seguridad ciudadana, generación de empleo, defensa de la vida y dignidad humana, gestión y calidad de la educación pública, reducción y fortalecimiento del Estado, reordenamiento de la regionalización y la promoción de políticas basadas en el sentido común y no en el dogma ideológico. Solo así cada elector podrá ejercer su derecho al sufragio de forma consciente y asumir su responsabilidad durante todo el quinquenio siguiente.
Hay muchas agrupaciones inscritas, pero muy pocas exhiben un contenido doctrinario y programático. En lugar de buscar un nuevo cacique populista, el electorado debe encontrar la opción que corresponda a sus creencias, de la misma manera en la que el consumidor confía en marcas conocidas y confiables. Más allá de las posibles alianzas, en medio del caos de una campaña que tendrá mensajes de candidatos presidenciales, candidatos al Senado por regiones (y en Lima serán 4 por cada lista), candidatos al Senado por distrito nacional único, candidatos a diputados por regiones (y en Lima serán 33 por cada lista); y como habrá voto preferencial para ambas Cámaras, el intenso ruido favorecerá a los partidos tradicionales y a las agrupaciones que han mantenido presencia continua en los medios.

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