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Memorable discurso del presidente francés

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Fecha Publicación: 11/12/2024 - 23:00
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Acosado por una liga entre la extrema derecha y la izquierda francesa, el presidente Emmanuel Macron encaró la moción de censura que destronó a su primer ministro, Michael Barnier —hecho que no ocurría desde 1962—, quedando así profundamente dividida la Asamblea Nacional en tres bloques irreconciliables: izquierda, extrema derecha y centroderecha, significando aquello una feroz paliza política a Macron. En un discurso memorable, este puso en relieve la característica brillantez oratoria de los épicos mandatarios franceses. A continuación, una parte de lo que manifestó:
“Hoy hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los intelectuales progresistas. De esos cuyo pensamiento único es el del que todo lo sabe, y que condena la política mientras la practica. Desde hoy no permitiremos mercantilizar un mundo en el que no quede lugar para la cultura. Desde 1968 no se podía hablar de moral. Nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes.
Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. El eslogan era VIVIR SIN OBLIGACIONES Y GOZAR SIN TRABAS... ¿El sumag kawsai francés? Quisieron terminar con la escuela de excelencia y del civismo. Asesinaron los escrúpulos y la ética.
Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. La crisis de la cultura del trabajo es una crisis moral. Hay que rehabilitar la cultura del trabajo. Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud: los vándalos son buenos y la policía es mala.
Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente inocente. Defienden los servicios públicos, pero jamás usan transporte colectivo. Aman mucho a la escuela pública, pero mandan a sus hijos a colegios privados. Adoran la periferia, pero jamás viven en ella. Firman peticiones cuando se expulsa a algún invasor, pero no aceptan que se instalen en su casa.
Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Y con el mayor descaro se lucran de los bienes del Estado y montan hasta negocios con el dinero mal habido a la vista de todos de la manera más cínica. Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones, antes que los derechos. Estos se ganan haciendo valer y respetar los anteriores”.
En esa dicotomía creada por las izquierdas y magníficamente descrita por Macron, estriban los fundamentos de la creciente crisis universal de la democracia mundial.

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