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In Memorian Ana María “Mona Jiménez”

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Fecha Publicación: 01/07/2021 - 23:57
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Si hay algo que no se pueden permitir aquellos que ocupan una posición de poder, social o política en esta vida es exponerse a la descalificación del adversario. Lamentablemente, ese parece ser el proceder de aquellos que están empecinados en la saga, a través de cientos de pretextos cada uno más rimbombantes que el otro, de que Keiko Fujimori será presidenta 2021-2026 por un milagro que se producirá tanto a nivel nacional como internacional.
Para cualquiera que tenga un poco de seso, y que no tenga intereses crematísticos en la saga, la cuestión es más clara que el agua: Keiko Fujimori no será la presidenta del Bicentenario. Ergo, por descarte, será presidente el señor Pedro Castillo, su rival electoral, que a pesar de ser el candidato de partido marxista-leninista declarado se ha impuesto en el conteo.
La fuerza de los hechos, es decir, un país partido por la mitad -más allá de lo que elucubren algunos académicos e intelectuales-, ha hecho que quien ha ganado la elección no tenga más opción que tomar en cuenta a la otra mitad para poder gobernar. La calle ha hecho ya lo suyo, pero está agotada en la medida de que se requieren liderazgos políticos que encaminen ese instrumento de presión ciudadana y popular. El problema con la derecha que ha salido a la calle, en su pleno derecho a la protesta ciudadana, es que no ha llegado a identificar ningún liderazgo medianamente lúcido sino, por el contrario, a oradores extremos, influencers y a una señora, Keiko Fujimori, que prosigue en los legalismos electorales para retrasar lo inevitable. ¿Y después qué? La señora Fujimori hace rato que debió haber dejado esa absurda estrategia de combatir fantasmas y, por el contrario, hoy debería erigirse como esa voz sensata que en algún momento conocí, para facilitar la conversación política con quien necesariamente se instalará en Palacio de Gobierno.
Lamentablemente, Keiko está dejando pasar su hora. La actitud sensata es pactar porque, como es bien sabido, tanto en política como en la física los espacios vacíos se llenan.
Hoy, el entorno del probable gobierno de Pedro Castillo es un zafarrancho donde todas las fuerzas posibles buscan acomodarse, en el sentido de buscar una cuota de poder que pueda permitirles tomar decisiones allí donde realmente se toman: en el gobierno y el Estado. Los caviares que son expertos en ello han sido, por supuesto, los primeros en subirse al carro, tratando de desplazar al partido que llevó al profesor al poder. Ahí hay una pugna. Pero la derecha está ausente y cree que la sede de la OEA en Washington es el lugar que verdaderamente importa. ¿No se dan cuenta que ese juego ya acabó hace rato? ¿Y que el que deberían estar jugando es el de procurarse puntos de concordia políticos con el profesor, sin la soberbia majadería de creer que están hablando con un pongo?
Castillo ha abierto la puerta de Julio Velarde, presidente del BCR, para que siga al frente de la macroeconomía. ¿Como esa no pueden abrirse algunas más? ¿No es acaso eso hacer política?
Y digo más (me importa muy poco lo que piensen los trogloditas): el programa máximo al que debería aspirar la derecha ilustrada es a algunos ministerios. La pelea por los valores democráticos y la salud económica debe empezar en el mismo Ejecutivo si se abre esa posibilidad porque allí se toman las decisiones que importan.
La cohabitación no es ninguna novedad. Tampoco se trata de hacerla “a la francesa”, porque en una eventual cohabitación peruana cuatro dormirían en una misma cama y cada uno en una posición mejor que otra. ¡La derecha no podría pretender que le den la mitad de la cama! Después de todo, Castillo ha abierto tímidamente una rendija por la que una derecha razonable puede entrar a dar la lucha por determinados principios, en vez de estar vociferando pachotadas desde una plazuela o desde una posición de confort.

 

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