Mentalidades en pugna
¿Quiénes ganan con el enfrentamiento entre fuerzas políticas? ¿Quiénes ganan cuando se agudizan las contradicciones? ¿Quiénes ganan cuando no logramos ponernos de acuerdo y fracasan nuestros espacios de diálogo y concertación? La respuesta es simple: radicales y conservadores. Y en circunstancias como las que hoy vivimos, se convierten en amos y señores de nuestras tierras.
Radicales, porque al no haber acuerdos ni políticas sostenibles a corto, mediano y largo plazo, su tesis del fracaso y colapso total del sistema comienza a tener sentido común para el ciudadano de a pie.
Nada peor que un modelo de desarrollo que no se encuentra a sí mismo. Nada peor que un modelo sin casos de éxito. Nada peor que un modelo sin resultados, cual árbol sin frutos, frente a lo cual el discurso radical se engrandece y justifica entonces el cambio de todo el sistema. La tesis radical tiene ya nombres sobre la mesa. Solo espera los típicos errores de quienes lideran el sistema: gestión ineficiente, gasto inútil, corrupción de funcionarios e impunidad son algunos.
Conservadores, porque al no haber cambios graduales en el modelo o ajustes que resultan insuficientes, justifican mantener todo igual. Generalmente, el discurso conservador está vinculado a mantener privilegios, a través de grupos que harán una cerrada defensa del modelo, les dé resultados o no.
Las mentalidades radicales y conservadoras no están vinculadas, necesariamente, a sectores sociales, pero responden a esencias abstractas y modelos idílicos en los que creen sus seguidores. Y estos tienen historias de carne y hueso, historias de la vida real, historias de ciudadanos que, sin derechos plenos, sostienen sin pensarlo las propuestas idílicas que proponen cualquiera de estas opciones.
Preocupa, por ello, que estas mentalidades predominen hoy en el imaginario colectivo. Preocupa que no tengan como contraparte una mentalidad reformista que les haga frente. Una mentalidad reformista que tenga como respaldo a un gobierno de líderes políticos fuertes y que hablen claro. Pero en estos días, ni la fortaleza política ni la comunicación eficaz se ponen de manifiesto en nuestras calles.
Ante la falta de una mentalidad reformista que enfrente con éxito estas visiones pasadistas o real-maravillosas de mentalidades conservadoras y radicales, es necesario e imprescindible multiplicar el debate de los temas de fondo para los peruanos. Necesitamos pisar tierra para no dejarnos llevar por la tentación de la evasión o la imposición de modelos en los cuales no creemos a ciencia cierta.