Mi mayor rentabilidad, la vida a tu lado mamá
Desde que tuve la oportunidad de escribir esta columna semanal, he tratado de compartirles experiencias y aprendizajes con el único fin de aportar en vuestro desarrollo empresarial; soy un apasionado del emprendimiento y un fiel creyente de que la vida empresarial es el camino a seguir en un país lleno de oportunidades. Si bien mi ejemplo en el mundo de los negocios es y será mi padre, no hubiese dado pasos seguros de no ser por mi mamá.
Mi madre, quien partió hace pocos días, fue mi mejor consejera y compañera, y es a ella a quien dedico esta columna... pues sin su empuje, liderazgo y demás virtudes que le desbordaban, no tendría el camino tan claro.
Mi mamá fue médico, siempre ligada a la parte de gestión, una única capacidad de resolver problemas del día a día, armar equipos donde sólo reinaba el silencio y crear ambientes de trabajo de calidad y productivos donde los resultados siempre eran la prioridad. Una mujer con alegría contagiosa, de muchos amigos entrañables y siempre respetada por el profesionalismo que impartía en cada decisión y acción tomada, una verdadera “estrella” dentro del equipo al que pertenecía. Todo esto lo complementaba con ser una mamá pendiente de sus hijos y de su esposo y siempre teniendo a Dios como centro de vida. La fiesta más esperada del año por ella siempre fue la navidad, nuestra casa se convertía poco más en un museo navideño, con papa noéles, árboles y nacimientos de distintas variedades y siempre rodeados de amigos y familia que compartían con nosotros esta fiesta. Siempre tuvo la palabra correcta en el momento adecuado, no siempre quise escucharla, pero sabía cómo insistir para finalmente hacerme entender. Era una mujer muy ocurrente, las bromas que hizo han sido icónicas y siempre formarán parte de las tertulias familiares, cada persona que llegaba a casa siempre salía muy agradecida por lo atenta que era... en fin tanto por decir que no me alcanzaría el diario entero.
Con una analogía futbolística (que siempre me las hacía), debo decirte que hoy me toca continuar con el partido, pero lo viviré contigo en la banca, alentándome y aconsejándome en cada jugada, y así será hasta que me llegue el pitazo final.
Este partido lo ganamos juntos, siempre me harás muchísima falta... sólo me queda buscar mi mayor rentabilidad en cada cosa que haga y con eso saber que sonríes al verme; ¡espérame que juntos llenaremos el cielo de emprendimientos! Te amaré toda mi vida.