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Mi paradigma

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Fecha Publicación: 27/05/2024 - 21:30
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Todos tienen una visión que se corresponde con el “yo soy yo y mis circunstancias”, de Ortega y Gasset (Meditaciones del Quijote). Nadie elige su realidad inicial, sus padres, su pobreza, su país, su cultura, su sexo, su raza… Es una hazaña dilucidar cómo es el mundo que inventaron o nos inventaron y cuáles las respuestas a nuestros dramas.
Valga el intimismo. Con formación católica, con origen en una clase media que en ciertos tiempos padeció escaseces, miraba el Perú desalentado como Zavalita de Vargas Llosa (Conversación en La Catedral): “Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
Bajo esa Lima gris y estridente yo era Santiago Zavala y pensaba cuándo se había jodido todo, cuándo me había jodido yo, cuándo se había jodido el Perú. El Perú estaba al margen y lejos de ser Estados Unidos o Europa. Algunos amigos alemanes me decían que el mío era un país pequeño, que pocos sabían de él, que era un recoveco en los Andes, ignorando su grandeza y que fue uno de los grandes imperios; pero entonces “yo era Zavalita”.
En la grisura de la incertidumbre de mi propio destino y perdido en la neblina ligera, llegué a casa. Pálido y débil me derrumbé. Tras la revisión me tendí un mes en la cama, era una hepatitis que me guardó sin resistencia. Frisaba los diecisiete y en medio del sopor de la espera y el aburrimiento, tomé una revista al azar, la abrí y leí un título llamativo: “Los cuatro dragones asiáticos (Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong)”. Era una suma de milagros económicos y, entre ellos, la experiencia del Asia capitalista, que se enriqueció desde la pobreza, una aún peor que la del Perú.
La lectura de aquel largo artículo cambió mi visión y mi vida. Fue un salto de fe desde lo incierto e inmóvil. Muchas concepciones propias nacieron entonces y se completaron con páginas de filosofía liberal. Somos las circunstancias, al decir de Ortega; pero también una construcción permanente, que lleva desde la resignación a la lucha, desde la sombra al asombro. Quien no tenga fe en el destino del Perú, debería detenerse un mes para llenar el corazón de ese combustible vital que nos hace imperecederos.

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