«Mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa; quien cree en ella no queda defraudado»

Queridos hermanos:

Estamos frente al Domingo V de Pascua. La Primera Palabra es de los Hechos de los Apóstoles y dice que “crecía el número de discípulos fruto de la predicación del Kerigma, pero había una tensión entre los de lengua hebrea y también entre los que de lengua griega”. Aparece el yo, surge una tensión, pero los discípulos no descuidaron la Palabra de Dios. Los apóstoles estaban conscientes de que la primera misión que tenían que hacer era rezar y escrutar la Palabra de Dios, no descuidar la Palabra de Dios.

Esto es una llamada a conversión a todos los presbíteros y a los obispos, ¿realmente dedicamos tiempo a escrutar la Palabra, a rezar con la Palabra? Esto es muy importante, hermanos, una cosa es rezar, gritar a Dios, predicar y ponernos de rodillas ante Dios, y otra cosa es ocuparnos de los pobres. Es verdad que hay que hacerlo, pero ojo, que la primera misión nuestra es escrutar la Palabra, es la oración; como dicen muy bien los doce: “nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”. Y eligieron a 7 para el servicio de las mesas y les impusieron las manos, aquí aparece el diaconado.

Por eso respondemos con el Salmo 32: “Que tu misericordia Señor venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”. Nuestra misión es predicar esta misericordia, este Evangelio. ¿Cuál es la misión de la Palabra de Dios que se introduce en el corazón del hombre y de la mujer? Nos hace hijos de Dios, la Palabra de Dios tiene el poder de saciar nuestra hambre y de reanimar el espíritu que tenemos todos, que no se sacia con pan y vino, no se sacia con la tierra, sino con el espíritu.

La segunda Palabra es del apóstol San Pedro que nos invita a acercarnos al Señor “porque Él es piedra viva, elegida, preciosa para Dios”, y a construir una casa espiritual, con un sacrificio espiritual. ¿Qué significa eso? Que no es hacer, sino ser, y este ser hay que alimentarlo. Por eso hermanos hoy aparece tanto el suicidio, porque el hacer no sacia, el tener la barriga llena, el tener ideales, el seguir agendas. Es el Espíritu quien da vida, “mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa; quien cree en ella no queda defraudado”. Esta piedra preciosa, Dios la ha elegido para tu salvación y la mía, destruye nuestra incredulidad y nos da sabiduría. Todos los días nos encontramos con este ser incrédulo, pero Dios nos ha hecho su linaje elegido, somos sacerdotes, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, para que anunciemos las proezas del que nos llamo de las tinieblas a su luz maravillosa. Fijaros qué misión tan bonita nos da el Señor a los bautizados, por eso hermanos os invito a rezar, a gritar.

El Evangelio de San Juan, dice: “No se turbe vuestro corazón”. Nuestro corazón se turba todos los días con deseos de incredulidad, de ateísmo. “Creed en mí”, nos invita el Señor, que es apoyarse en lo que está firme. En la casa de mi Padre hay muchas moradas, yo voy a preparaos un lugar. ¿Cuál es el camino que nos muestra Jesús? El bautismo, el catecumenado para descubrir en nosotros la verdadera vida. Tomás no lo entiende y el Señor le dice: “yo soy el camino, la verdad y la vida”. El único camino es Jesús, la auténtica verdad, la vida, porque rompe toda hipocresía, rompe toda mentira. Cristo ha hecho del hombre una nueva creatura. La misión de Jesús es llevarnos al Padre. ¿Qué es estar en el Padre? Es hacer su voluntad, no es hacer activismo, es ser, es creer en las obras, es decir, que Cristo ha muerto por nuestros pecados.

Hermanos, sigamos a Jesucristo, porque Él es el camino, la verdad y la vida. Todos los que estáis alejados de la Iglesia, que no vais, que os habéis despistado, ánimo que el Señor nos muestra el camino, recuperar el bautismo, hacer un catecumenado de adultos donde se de en nosotros el Espíritu Santo. Que este Espíritu nos ayude en este Domingo Pascual.
Que la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes, y recen por mí.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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