Modelo en riesgo
Me preguntaron la semana pasada -en un directorio- si los resultados electorales eran catastróficos. No lo son. Será un congreso complicado y fragmentado. Pero no imposible de administrar.
La buena noticia es que el modelo aún está vivo. Referéndum y cierre del Congreso le dieron aire para seguir viviendo. La elección sirvió para que el sistema asimilara cuatro de sus monstruos. Si estos se mantenían en la clandestinidad y en la ilegalidad serían muy difíciles de llevar. Me refiero a esa religión política llamada FREPAP y a los otros tres grupos “disruptivos” que también tendrán representantes: Podemos Perú, Frente Amplio y Unión por el Perú.
Pero que el sistema formal de partidos sea capaz de asimilar a grupos que quisieran reconvertirlo, cambiando su Constitución o reformulando su economía social de mercado, no significa que esté en óptimas condiciones. ¡Nada más alejado de la realidad!
Lo cierto es que el modelo está herido. No de muerte. Pero sus heridas sangran por varios flancos. Si no aprende a sanarlas a tiempo, corre el riesgo de generar hemorragias internas y externas que terminen por hacerlo colapsar, y darles a esas fuerzas tanáticas que supo incorporar en el sistema, la oportunidad de sepultarlo y construir -sobre sus cenizas- otro modelo que quién sabe a dónde nos llevará.
La única manera de continuar vigente y sin mayores sobresaltos es que reconozca que tiene que hacer reformas importantes. Una primera ola de reformas que faciliten la redistribución de la riqueza, que hoy parecen disfrutar únicamente los sectores más pudientes de la sociedad (que no son los mayoritarios). Un modelo que excluye al 70% de actores económicos de la generación de riqueza formal está destinado al fracaso, porque lo único que logra es extender sus funerales, para darle paso a un mundo ilegal que casi toma por asalto, literalmente, nuestras vidas.
Una segunda ola de reformas vinculada a la mejora de servicios públicos, que deben satisfacer necesidades básicas de las grandes mayorías. Alimentación, salud, educación y vivienda son temas claves que debemos priorizar en cualquier agenda país. Y una tercera ola de reformas vinculada a los derechos y deberes ciudadanos, a esa representación política que los distintos grupos que interactúan en la sociedad peruana deben tener.
Si conseguimos que estas tres olas de reformas vayan de la mano, sin entrar en colisión, tal vez logremos niveles aceptables de convivencia y gobernabilidad. Pero si repetimos escenas de conflicto como las del Congreso anterior, estaremos más cerca de convertir los riesgos del modelo en su propia lápida de defunción.